Olvido del tenebroso pasado esclavista de su país y la promesa de un futuro no por brillante menos difuso cierran hoy la visita a Ghana de la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris.
La alta funcionaria inició en esta capital un recorrido de siete días por tres países africanos, Ghana, Tanzania y Zambia, parte de la ofensiva de encanto diseñada por su Gobierno para allegar el favor de África en detrimento de las relaciones del continente con China y Rusia.
El cierre de la estancia en Ghana de Harris fue una visita al castillo Cape Coast, fuerte capitalino donde fueron encerrados millones de africanos que terminarían sus vidas en países de América, incluido el suyo, cuyo desarrollo económico impulsaron a cambio de una existencia de abusos, torturas y miseria.
Antes, llegó al monumento a la independencia de Ghana, cuyo prócer, el líder africanista Kwame Nkrumah, fue derrocado por una asonada militar auspiciada por la Central de Inteligencia estadounidense.
Como alternativa al olvido secular, e incluso a las ofensas racistas estadounidenses, la visitante prometió un “futuro brillante” para el continente, propulsado por la innovación y la oferta de una ayuda económica multimillonaria, cuyas condiciones eludió especificar.
La vicepresidenta es el más reciente peso pesado despachado por Washington al continente en una ofensiva reciente que incluyó al secretario de Estado, Anthony Blinken; y a la del Tesoro, Janet Yellen, así como la primera dama, Jill Biden, para disminuir la influencia de China y Rusia.
El Gobierno estadounidense se las ve y se las desea para tender un cerco mundial a Beijing y Moscú y reforzar su estrategia de preservar la hegemonía mundial desmedrada en las últimas décadas.
Ese propósito cobró fuerza desde que Washington comprendió que los 54 países independientes y mil 320 millones de africanos son una factor a tener en cuenta mucho más en el presente contexto global, marcado por la pujanza económica y militar de China y la potencia de Rusia.
Beijing y Moscú tienen nexos africanos que datan de la ola de independencias de Estados africanos tras la II Guerra Mundial (1939-1945) durante la cual Washington apoyó a las metrópolis europeas y, peor aun, a la Sudáfrica del régimen racista del apartheid.
Evidencia de que el continente recuerda esa conducta fue la negativa de la Unión Africana a aceptar como observado al aliado estadounidense por antonomasia, Israel, aliado estratégico de Washington, cuya enviada fue sacada a cajas destempladas del plenario de la más reciente cumbre de la entidad continental.
Fuente: El Maipo/PL