Sorprende que el Presidente Boric, no se haya interesado en sostener su gobierno en las organizaciones sociales e identitarias que se rebelaron el 18-O y que fueron el fundamento de su triunfo electoral. Ha optado, en cambio, por centrar su actividad política exclusivamente en la acción parlamentaria, dónde su minoría es manifiesta.
Así las cosas, en vez de actuar a la ofensiva, se ha visto obligado a retroceder en varias de sus ideas y propuestas, que lo destacaban cuando era diputado, las que se incorporaron a su propio programa de gobierno.
Gabriel Boric representaba no sólo las demandas estudiantiles del 2011 sino se convirtió también en un aliado de las organizaciones sociales e identitarias, que exigían respuesta a sus demandas en el país. Ello quedó expresado en gran parte en el programa de gobierno de Apruebo Dignidad (AD).
A pesar del muy buen resultado electoral de Gabriel Boric, AP no consiguió una fuerza parlamentaria significativa. Incluso, el apoyo del denominado “socialismo democrático” ha resultado insuficiente para alcanzar una mayoría, tanto en el Cámara de Diputados como en el Senado.
Así las cosas, la derecha, el poder económico y sus medios de comunicación han sido implacables en el cuestionamiento a las iniciativas impulsadas por el gobierno. Adicionalmente, el 4 de septiembre, con la derrota de la propuesta de nueva Constitución, los ataques al gobierno se intensificaron.
En esas condiciones, resulta sorprendente, incluso paradójico, que el gobierno y los partidos de AD no hayan realizado esfuerzos por convocar, y articular, a todas las organizaciones sociales e identitarias que se rebelaron el 18-O, las que fueron claras en rechazar el modelo neoliberal y en apoyar un gobierno de transformaciones. El acoso de la derecha y los poderes fácticos sólo puede ser enfrentado con la movilización social.
El senador Núñez tiene la razón. La democracia directa es necesaria.
El Presidente Boric, al reducir su accionar al ámbito parlamentario y a la política tradicional, se ha visto obligado a retroceder en lo que fue su cuestionamiento a los 30 años de la transición, baluarte de las luchas estudiantiles y también símbolo de la insurgencia del 18-O. Su repliegue lo llevó a señalar que “Chile no parte el 2019 ni el año 2011”.
Para superar la debilidad del Gobierno y enfrentar con éxito los ataques de la derecha, el Presidente Boric no tiene más alternativa que apelar a las organizaciones sociales, con las cuales debería ratificar su compromiso programático de avanzar en las transformaciones que ofreció al país.
Pero existe otro asunto, de la mayor importancia, de la que debe hacerse cargo el partido unido del Frente Amplio, indispensable para los cambios que exige el país: clarificación ideológica.
Hasta ahora, la izquierda joven ha privilegiado la defensa de demandas identitarias parciales o la crítica puntual a ciertas injusticias del régimen actual. En lugar de ofrecer un proyecto de transformaciones estructurales, se ve más comprometido con demandas específicas, abandonado lo colectivo, dejando de lado la propuesta global.
Una izquierda moderna debe ser capaz de combinar una política de clase con una política identitaria. Por cierto, es necesario valorar el poder transformador de los nuevos movimientos emancipatorios, pero son insuficientes por sí mismos. Para que el medio-ambientalismo, feminismo, el movimiento homosexual, los pensionados, los trabajadores precarios, las trabajadoras domésticas, los sin casa o el regionalismo, puedan alcanzar pleno éxito necesitan integrarse a una estrategia global transformadora. Los movimientos sociales, trabajando independientemente, pueden llegar sólo hasta un determinado límite.
En consecuencia, una izquierda moderna, ojalá la que representa el Frente Amplio, precisa una concepción ideológica y un programa integral que contemple el término del Estado subsidiario, un distinto modelo productivo, regionalización efectiva, una nueva inserción internacional, relaciones de igualdad entre empresarios y trabajadores.
Al mismo tiempo, en el plano social es preciso terminar la con focalización y promover la instalación de derechos universales y gratuitos en educación y salud, con seguridad social verdadera para los pensionados.
Tanto el gobierno como el Frente Amplio deben recuperar sus vínculos con las organizaciones sociales e identitarias. Por su parte, el Frente Amplio debiera elaborar una propuesta ideológica y programática capaz de entusiasmar y convocar a la mayoría del pueblo chileno.
Por Roberto Pizarro Hofer – Economista. Colaborador de El Maipo
Nota: El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial El Maipo.