Tras un excelso peregrinar por las letras universales, Gertrudis Gómez de Avellaneda tomó su vuelo a la inmortalidad un día como hoy de 1873 y marcó un giro en la literatura femenina cubana e Iberoamericana.
La Avellaneda (Camagüey, 1814 – Madrid, 1873), defensora de los derechos de la mujer en un contexto dominado por hombres, imprimió en sus obras las preocupaciones sociales de las féminas y desnudó sus sentimientos en las páginas de una forma singular.
Transitó con maestría entre la poesía, la novela, el teatro, las leyendas, los dramas y artículos periodísticos de indiscutible calidad, hasta erigirse como la escritora cubana más insigne del siglo XIX, según afirmó la prestigiosa investigadora y crítico literaria española María Ángeles Ayala Aracil.
Escritora con un corpus literario, sus «versos transmiten la hondura de pensamientos y sentimientos, en una producción en la que se suceden la expresión del amor, la experiencia religiosa o la nostalgia por su tierra natal», combinaciones métricas magistrales, sentenció la especialista.
«Tula» o «La Peregrina» -como también fue conocida-, fue precursora de la novela antiesclavista, fundadora, directora y redactora principal de la revista quincenal habanera Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello, la cual no solo devino espacio para las ideas de la mujer sino impulso para el ejercicio periodístico femenino.
De su etapa de creación más fértil: la década de 1840 en Madrid, nacieron títulos relevantes como Poesías, Sab, Dos mujeres, Espantolino y Guatimozín, último emperador de México.
Al tiempo que estableció lazos de amistad con los prestigiosos escritores Alberto Lista, Juan Nicasio Gallego, Manuel Quintana, Bernardino Fernández de Velasco, Nicomedes Pastor Díaz, José Zorilla, entre otros.
Admirada por el Héroe Nacional José Martí, Gertrudis experimentó una vida marcada por la pérdida de su padre y el casamiento apresurado de su madre, que la obligaron a dejar su tierra natal, un hecho manifiesto en sus textos impregnados del mensaje de añoranza y los deseos de volver.
La depresión hizo estragos en su existencia, luego de la muerte de sus dos esposos, el abandono de su amante y la pérdida de una bebé, pasajes que convirtió en versos y textos en prosa, que trascendieron en el tiempo.
Autora de piezas teatrales capaces de despertar la admiración del público, la crítica especializada y otros dramaturgos, la Avellaneda legó una relevante producción dramatúrgica con obras como Flavio Recaredo, Baltasar, Saúl, Oráculos de Talía, La hija de las flores y La verdad vence apariencias.
Igualmente, hizo gala de los recursos líricos en los sonetos Al partir y A la memoria del célebre poeta cubano D. José María Heredia, mientras en su narrativa mostró sus valores antiesclavistas y feministas.
Fuente: El Maipo/PL