Rompiendo con la arraigada costumbre de la izquierda de dividirse hasta el infinito, el Frente Amplio (FA), compuesto hoy por dos partidos legales, uno en proceso de disolución y un movimiento; ha decidido conformar un solo proyecto, que se avizora más representativo, más complejo, más diverso en sus ideas y composición social. Con una fuerza que fluctúa alrededor del 15% del electorado, el FA es hoy un actor de primer orden en la política chilena.
Los desafíos de esta nueva organización, no solo se refieren a ser parte de la columna vertebral del gobierno actual, sino se relacionan con la necesidad responder a las aspiraciones e intereses de millones de ciudadanas y ciudadanos que hoy no encuentran respuesta en las alternativas tradicionales para avanzar hacia una sociedad más justa, integradora, democrática y pacífica. La orgánica unificada debe conectarse desde su origen con las y los de abajo: pobladores sin casa, temporeras agrícolas, población migrante, trabajadoras y trabajadores dependientes de un empleo e independientes devenidos en “emprendedores” o personas desempleadas. Esta conexión debe ser una proceso consciente, planificado e inducido y debe concebirse como parte de la vida cotidiana de cada militante o dirigente.
El incremento de la desafección social, la violencia proveniente del crimen organizado, la inmigración no regulada y el aumento de la desconfianza hacia el sistema político, han conformado un cóctel difícil de sobrellevar para quienes detentan poder. En ese contexto, la fusión de Convergencia Social, Revolución Democrática, Comunes y Plataforma Socialista es un aporte a la estabilidad política y obliga a fortalecer ciertos principios, que representan una ruptura con el orden social vigente, resaltando valores que hoy aparecen menospreciados, como: transparencia, participación social, probidad, fraternidad, igualdad o solidaridad, planteamientos que han sido parte constitutiva de las izquierdas a través de la historia.
Es imposible desconocer que las ideas neoliberales impregnan la vida social y las instituciones, incluyendo también a los partidos que se autodefinen como contrarios al modelo o incluso de izquierda. Las ideas liberales tienen la fuerza de lo establecido, para presentarse como la única forma posible de pensar y actuar.
Por ese motivo una tarea fundamental del nuevo partido será la definición de los principios y la línea política, en una ardua disputa entre las ideas socialistas y las ideas liberales o social liberales hoy dominantes.
No basta con exhibir la etiqueta “socialista” para serlo. El nuevo partido debe conectarse con las mejores tradiciones de la izquierda chilena, vinculadas a un marxismo libertario y no dogmático, recogido del pensamiento y la acción de grandes líderes como Luis Emilio Recabarren o Salvador Allende; asumiendo creativamente los desafíos y las luchas del presente, como la acción feminista contra el patriarcado, la disputa por la preservación de los ecosistemas amenazados por la voracidad capitalista o la acelerada reconversión de los regímenes del trabajo, producto de la automatización y la irrupción de la inteligencia artificial.
El pasado y el futuro tocan a nuestra puerta al unísono y no podemos hacer oídos sordos.
Por Rubén Andino Maldonado, Periodista. Colaborador de elmaipo.cl