Por Sandra M.G.
Los leopardos de las nieves son felinos que viven en las alturas y en sitos extremadamente fríos, por lo que Kirguistán, un país montañoso ubicado en Asia Central, es uno de sus sitios predilectos para vivir. El problema es que entre el cambio climático que derrite los glaciares y los cazadores furtivos, su existencia está seriamente comprometida.
De hecho, en la Lista Roja de la UICN está clasificado como vulnerable, pero hay zonas específicas en las que su existencia está siendo seriamente amenazada. Por esa razón, en Kirguistán se están tomando medidas para proteger a estos felinos y a otras especies emblemáticas locales.
Desde corredores ecológicos que constituyen ‘autopistas’ de comunicación para las distintas especies, hasta vigilancia realizada por voluntarios, el país se enfrenta al flagelo de la caza ilegal y trata de mitigar los efectos del calentamiento global en la biodiversidad nacional. El rol de los Guardaparques kirguís está siendo significativo y fundamental.
Los leopardos de las nieves de Kirguistán
Para los leopardos de las nieves de Asia Central, ha sido una tormenta perfecta. El cambio climático, la disminución de sus presas y los conflictos con ganaderos amenazan la supervivencia de estos grandes felinos solitarios. Hoy en día, se estima que quedan entre 3.500 y 7.500 ejemplares, oficialmente clasificados como “vulnerables”, una categoría por debajo de “en peligro de extinción”.
Las y los especialistas afirman que su difícil situación es emblemática de una crisis más amplia de la vida silvestre que se está desarrollando en las montañas nevadas de Asia Central. Pero en algunos lugares hay señales de esperanza. Uno de ellos es una zona de las escarpadas montañas Tian Shian de Kirguistán. Allí, un pequeño grupo de guardaparques voluntarios se ha comprometido a patrullar 380 kilómetros cuadrados de algunos de los terrenos más difíciles de la región.
Desafiando temperaturas gélidas y cazadores furtivos armados con rifles, su objetivo es proteger las presas y el hábitat del leopardo de las nieves, y fomentar el resurgimiento de este esquivo animal conocido localmente como el “fantasma de la montaña”.
Más del 90 por ciento de Kirguistán, un país sin litoral de 7 millones de habitantes, está cubierto por montañas. Las cumbres del país albergan una gran diversidad de fauna silvestre, como el carnero argalí, famoso por sus grandes cuernos en espiral; el íbice asiático, una de las cabras montesas más grandes del mundo; y el maral de Tian Shian, pariente del ciervo rojo. Pero muchos de estos animales están sometidos a una presión creciente por el cambio climático —y por la actividad humana.
Durante generaciones, las extensas llanuras y praderas de altura de Kirguistán han sustentado una próspera industria ganadera. Pero, según la población local, el aumento de las temperaturas está provocando que los manantiales alimentados por glaciares se sequen y que los pastizales se degraden. Esto está obligando a las y los pastores a adentrarse cada vez más en las montañas, que antes eran dominio de los leopardos de las nieves y sus presas.
Esto podría tener consecuencias desastrosas para la fauna silvestre, advierten las y los conservacionistas. Las áreas de distribución de muchos animales migratorios, incluyendo a los leopardos, se están reduciendo. Los carneros, ciervos y otros herbívoros salvajes se ven obligados a competir con el ganado por los pastizales. Y muchos animales silvestres enfrentan un riesgo creciente de contraer enfermedades transmitidas por el ganado, frente a las cuales tienen poca o ninguna inmunidad.
Varios proyectos de conservación están trabajando para contrarrestar estos desafíos. Uno de ellos está liderado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en colaboración con los socios locales CAMP Alatoo y la Fundación Ilbirs. Financiado por la Iniciativa Internacional sobre el Clima de Alemania, su objetivo es ayudar a las comunidades rurales a adaptarse a un clima en rápido cambio, de formas que protejan la fauna silvestre que las rodea.
El corredor que podría salvar varias especies
Como parte de esta iniciativa, el PNUMA apoyó la creación de un corredor ecológico de 200 kilómetros de ancho que conecta varias reservas naturales de Kirguistán. Esta “super-autopista” para la vida silvestre —parte de una red de 10.000 kilómetros cuadrados de áreas protegidas— permite que las especies se desplacen conforme cambia el clima. Se considera crucial para la supervivencia de animales migratorios como el carnero argalí y el íbice asiático, presas clave del leopardo de las nieves.
Una parte del corredor está vigilada por guardaparques voluntarios, como Baatyrbek Akmatov, de 51 años. Él y otras cinco personas son responsables de patrullar la Reserva Comunitaria de Baiboosun, de 380 kilómetros cuadrados, en el norte de Kirguistán. Muchas y muchos de estos guardaparques son ex cazadores, consternados por el impacto que el tráfico de fauna silvestre ha tenido sobre los ungulados salvajes de Kirguistán, como el íbice.
Se desplazan en jeep y a caballo, en busca tanto de cazadores furtivos como de pastores que llevan su ganado a zonas ecológicamente sensibles. “Decidimos empezar esto para no perderlo todo”, dice Akmatov, hablando sobre el cuerpo de guardaparques. “No quiero mostrarles a mis hijos en mi teléfono móvil que antes teníamos esta naturaleza, estos animales. Quiero que los vean con sus propios ojos.”
El Gobierno de Kirguistán no podía pagar a las y los guardaparques, pero les otorgó la autoridad para gestionar el corredor y detener a cazadores furtivos. La iniciativa liderada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), conocida formalmente como el proyecto Mamíferos de Asia Central y Adaptación al Cambio Climático, les proporcionó capacitación y equipo.
Sus patrullajes pueden durar tres días y llevarles a lo profundo de las montañas Tian Shan. Es un trabajo peligroso. A menudo patrullan en solitario para cubrir la enorme reserva, enfrentándose a deslizamientos de tierra, inundaciones repentinas, tormentas violentas y, en ocasiones, a cazadores furtivos armados con rifles.
Al principio, muchas personas de la zona se mostraban reacias a las patrullas, incluyendo a las y los pastores, que temían que se les prohibiera llevar a su ganado a pastar. Pero con el tiempo, las especies presa comenzaron a regresar, y también lo hicieron los depredadores tope, como los lobos y los leopardos de las nieves. En los últimos meses, se han avistado doce de estos grandes felinos en los alrededores de Baiboosun.
Grandes esperanzas
La presencia de estos animales ha elevado el ánimo de la comunidad y ha traído consigo nuevas oportunidades económicas, como el ecoturismo. “La mentalidad de la gente está cambiando. Están comprendiendo la importancia de proteger su entorno”, afirma Akmatov.
Para ayudar a reducir los conflictos entre la fauna silvestre y las personas, los socios locales del proyecto liderado por el PNUMA han estado capacitando a miembros de la comunidad en medios de vida menos vulnerables al cambio climático y más sostenibles.
En el pueblo de Chong-Zhargylchak, mujeres como Elia Ismailova han aprendido apicultura, elaboración de quesos y cultivo de hortalizas, como tomates, en invernaderos, lo que ha mejorado sus ingresos. Ismailova calificó el programa como una bendición para una comunidad que durante mucho tiempo ha enfrentado el desempleo.
Los equipos también han trabajado intensamente para sensibilizar sobre la importancia de la fauna silvestre, capacitando a más de 200 docentes kirguises en temas relacionados con la biodiversidad. Estas enseñanzas han llegado a sus estudiantes, quienes en Chong-Zhargylchak crearon una obra de teatro sobre la vida de los leopardos de las nieves.
El proyecto liderado por el PNUMA está diseñado para apoyar el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, un histórico acuerdo alcanzado en 2022 para revertir lo que las y los especialistas califican como el alarmante deterioro del mundo natural. Entre otras medidas, el pacto insta a los países a ampliar sus áreas protegidas y mejorar la conectividad entre sus ecosistemas.
El esposo de Ismailova, Talant Usupov, lidera un grupo de guardaparques del pueblo. Afirma que las patrullas están empezando a dar frutos. Los jabalíes han regresado a la zona por primera vez en casi dos décadas. Los íbices, antes casi inexistentes, ahora se observan con regularidad. Y se han encontrado astas de ciervos en las montañas, una señal de que también podrían estar regresando.
Aunque la caza furtiva y el sobrepastoreo siguen siendo problemas, el regreso de algunas especies silvestres ha dado esperanza a muchas personas. “Soy bastante optimista”, dice Ismailova, madre de cinco. “Solíamos contarles historias a nuestras hijas e hijos sobre cómo antes había cerdos salvajes y peces. Ahora me alegra que puedan verlos.”
Las medidas que se están tomando según los lugareños están teniendo el efecto deseado. Se han avistado a una docena de hembras de leopardos de las nieves en estado de gestación, lo que implica que la población podría incrementarse en un mínimo de 12 cachorros.
Por otra parte, la diversidad biológica, tan necesaria, está comenzando a restaurarse en las zonas donde se realizan las acciones de vigilancia y protección por parte de los guardaparques y mucha fauna que hacía años que no se veía ha regresado, lo que da nuevas esperanzas a los pobladores y les hace ver el futuro con optimismo.
El Maipo/ECOticias



