En este 2025 conmemoramos los 40 años del lanzamiento de Fidel y la religión. La entrevista que Fidel Castro me concedió en mayo de 1985 hizo historia: estableció la plena libertad religiosa en el socialismo cubano. En la Constitución del país, el carácter ateo del Estado fue sustituido por el carácter laico. Los estatutos del Partido Comunista también fueron modificados para permitir que los creyentes se afiliaran a él sin que renegaran de su fe.
Fidel, que estaba dotado de una memoria prodigiosa y una profunda erudición histórica, fue el primer líder comunista en el poder que reconoció el carácter liberador de la religión. Su abordaje del fenómeno religioso, al igual que la de Marx, era dialéctica: la religión, como la política, puede servir tanto para liberar como para oprimir, depende de cómo la asimila el pueblo. Las opiniones del líder cubano no eran solo expresiones de su pensamiento vigoroso, sino que tenían también el valor de un testimonio de vida, porque había tenido una formación cristiana en la infancia y la adolescencia, tanto en el seno de la familia, por intermedio de su madre, como en la escuela de los padres lasallistas y jesuitas.

Al realizar una nueva interpretación del fenómeno religioso basada en el pensamiento marxista, valorizar la Teología de la Liberación y reconocer el papel revolucionario de cristianos en movimientos de liberación de la América Latina y el Caribe, Fidel superó la errónea hermenéutica del axioma de Marx que aparece en La crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1843): “la religión es el opio del pueblo”. Descontextualizado de su origen dialéctico, ese aforismo se había transformado en una especie de dogma secular e inducido a movimientos y partidos comunistas a adoptar el ateísmo como un elemento intrínseco de la opción revolucionaria. Ese error histórico impidió que en muchos países–principalmente de la América Latina, donde existe una fuerte tradición ibérica y católica- las masas oprimidas, profundamente religiosas, desarrollaran plenamente su conciencia crítica ante la opresión.
En los países socialistas se sedimentó una engañosa dicotomía: los creyentes eran considerados potencialmente contrarrevolucionarios. Esa visión obligó a innumerables militantes comunistas con convicciones religiosas a asumir una doble identidad: la de creyentes en la esfera privada y familiar, y la de ateos en la vida social y al afiliarse a partidos comunistas.

El pueblo cubano, como la mayoría de las naciones caribeñas y latinoamericanas, siempre ha sido culturalmente religioso, gracias a la evangelización europea y a la influencia de las tradiciones religiosas de matriz africana e indígena. Al retomar la lectura dialéctica del fenómeno religioso, en sintonía con Marx y Engels, Fidel desencadenó una verdadera revolución cultural al interior de la Revolución Cubana: en los primeros días después del lanzamiento en Cuba se vendieron 300 mil ejemplares de la obra, y a lo largo de los años las reimpresiones han superado el millón de copias.
Fidel y la religión tuvo de inmediato ediciones extranjeras. Ha sido traducido a más de 24 idiomas y publicado en 33 países. En algunos, como Bolivia y la India, han circulado ediciones en diferentes lenguas locales. Pero su impacto más fuerte fue en el mundo socialista.
Publicado en la Unión Soviética, China, Checoslovaquia, Polonia y Alemania Oriental, el libro llevó a las autoridades comunistas a reconocer el error de relegar la práctica religiosa a la esfera privada y prohibirles a los creyentes el acceso a funciones públicas y a determinadas profesiones, como el magisterio. Eso condujo a que me invitaran, junto a teólogos de la liberación, a debatir con dirigentes comunistas la relación entre el marxismo y el cristianismo, la religión y el socialismo. Ya era demasiado tarde. El Muro de Berlín comenzaba a dar señales de derrumbe. Los relatos de esos viajes están recogidos en mi libro Paraíso perdido: viajes a los países socialistas (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2016).
Al contrario de lo que suponían los pensamientos tradicionales positivista y marxista, la religión no desapareció ni se debilitó con el avance de la ciencia y la modernidad. Cuanto más revela su carácter prometeico la creatividad humana, más recurren los pueblos a las religiones como sistemas de sentido de vida. Por eso las fuerzas de derecha nunca han fomentado los prejuicios antirreligiosos. Por el contrario, hoy más que nunca, procuran manipular la religión para legitimar sus intereses y ambiciones al reforzar la naturalización de la desigualdad social, fomentar la meritocracia y alimentar los prejuicios antisocialistas.
Siguiendo las huellas de Fidel debemos continuar rescatando la dimensión liberadora de la religión, ese “suspiro de la criatura oprimida, corazón de un mundo sin corazón, espíritu de una época sin espíritu”, como la describiera Marx. Les cabe al pensamiento marxista y a la Teología de la Liberación profundizar y contextualizar en la actualidad la consistente visión de Fidel sobre la religión y la revolución, expresada en la entrevista contenida en Fidel y la religión. Es preciso dejar claro que todo comunista verdadero es, en esencia, un cristiano, aunque no crea; y que todo cristiano verdadero es, en esencia, un comunista, aunque no lo sepa. Y que socialismo es el nombre político del amor.
Frei Bretto: fraile dominico y escritor brasileño, conocido internacionalmente como teólogo de la liberación, Frei Betto es autor de 60 libros de diversos géneros literarios –novela, ensayo, policíaco, memorias, textos infantiles y juveniles y de tema religioso.
Fuente: El Maipo/PL
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial El Maipo.