Las primarias han sido concebidas para resolver democráticamente situaciones electorales que de otro modo podrían afectar negativamente la convivencia al interior de cualquier conglomerado político y de las propias agrupaciones que las integran.
La clave, para que se consigan los objetivos deseados, es que sean genuinas, representativas y reflejen, al final del día, la expresión democrática de quienes adhieran a los postulados de ese sector. En lugar de que los partidos elijan a sus candidatos a puertas cerradas y elitistas, las primarias democratizan la selección de candidatos, máxime si quienes compiten lo hacen para dirigir los destinos de un país.
Los candidatos quedan obligados a presentar ideas, que es la mejor forma de ganar en legitimidad. Algo no trivial en un país como el nuestro, en el que las ideas, la visión de país, han sido reemplazadas por la farándula política y las redes sociales utilizadas como espacios para la mentira y la tergiversación. Y sin tener que pagar ningún costo.
Las primarias pueden mostrar las distintas corrientes de opinión al interior de los partidos y las coaliciones de partidos, cuando estas no son meros grupos de poder, fracciones o pymes, enriqueciendo el debate político como antesala de un proceso de participación política amplia, diversa y plural.
Sin que por su sola existencia este instrumento resuelva por sí mismo las limitaciones de nuestro régimen democrático, las primarias representan un avance importante en la manera en que se resuelven las diferencias políticas. Sin duda lo son vistas en una línea de continuidad histórica en el que algunas pocas organizaciones políticas- como el PS de la mano de Jorge Arrate al inicio de nuestra naciente democracia- elegía a sus candidatos a los distintos niveles y subniveles del Estado en un esfuerzo encomiable al depender su realización y éxito de los propios militantes, simpatizantes y redes de apoyo. Práctica que, cuando ha sido modificada en desmedro de la participación, ha dejado desastrosas consecuencias.
Hoy, con primarias legales, franja electoral, visibilidad pública son aspectos que cualquier candidato o candidata aprecia. El resultado final es, por lo general, movilizador y cohesivo. Se supone.
La aproximación a las primarias de los distintos sectores político-ideológicos , como todas las cosas de la vida, es bastante disímil. Mientras en la ultraderecha prefieren mantener “la pureza ideológica”, evitando deliberar en el espacio público de la primaria con los candidatos y candidatas del progresismo y la izquierda, la otra derecha se ha debatido hasta ahora en la confusión y el cantinfleo.
En ese transcurrir, y luego de intentar organizarle a la candidata Matthei un verdadero tongo, Chile Vamos optó finalmente por acoplarse a la decisión de la ultraderecha de eludir su primaria legal, lo que en el fondo significa negarse al escrutinio público a través de este ejercicio democrático.
Anecdótico o irrisorio, según sea el paladar de cada quien, lo que no lo es y que va mucho más allá de las encuestas y la comentada necesidad de fortalecer su equipo político, son las expresiones “muertes inevitables”, utilizadas en un programa radial por la candidata Matthei en un claro y obvio intento por asimilarse a la derecha radical trumpista.
Justificar los crímenes de lesa humanidad como si se trataran de asesinatos por temporada, es no despercudirse de la dictadura militar y sus prácticas sistemáticas de terrorismo de Estado y exterminio durante 17 años. Son expresiones que tocan las fibras más hondas de nuestra historia reciente, y vuelven a poner en duda el compromiso de la derecha con la democracia como forma de convivencia y deja abierta la interrogante si acaso no serían otra vez parte de una política de exterminio.
En el actual escenario, el progresismo y la izquierda tienen por su parte sus propios desafíos. El primero ya está logrado con la realización de la inminente primaria. Sin embargo, el desafío no se agota allí: durante los próximos meses, las así llamadas dos almas serán puestas en tensión en el tono de la legitima disputa.
En esta apreciación, sin tener que renunciar a ninguna posición, ni al debate ni la deliberación, también pondrá a prueba si estos años de convivencia en el ejercicio del poder han servido para el debido procesamiento de las diferencias entre los dos sectores que le han dado sustento social y político al Gobierno del Presidente Boric o solo se trata de una forma de ser “nice people” inducida por el ejercicio del poder mismo.
Un modo de regular las pasiones electorales podría encontrarse en los objetivos políticos que siguen definiendo el periodo y la necesidad de asumir institucionalmente el hecho de que ningún sector por sí mismo está en condiciones de prescindir del otro. Hecho incontrarrestable así sea para conformar gobierno o una eficaz oposición según sean los resultados de la elección presidencial de noviembre.
En cualquiera de los dos casos, se gane o se pierda, el factor ordenador sigue radicado en la necesidad de consolidar los avances democráticos tras más de 30 años de vida democrática teniendo por norte avanzar en derechos sociales, políticos y económicos universales garantizados por el Estado como ente articulador de la sociedad y su convivencia pacífica.
Para El Maipo, Carlos Cerpa Miranda, Ex concejal y ex director laboral Banco del Estado. Colaborador de El Maipo.
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