Por Tina Deines.
- La tortuga carey (Eretmochelys imbricata), especie en peligro crítico de extinción, ha sido explotada durante mucho tiempo por su caparazón, utilizado en Costa Rica para las mortales espuelas en las peleas ilegales de gallos.
- Las peleas de gallos están prohibidas en Costa Rica, pero la tradición persiste en la clandestinidad, y las autoridades han intensificado sus esfuerzos para incautar espuelas de carey.
- Los conservacionistas también ayudan en la capacitación de inspectores para que identifiquen los productos de tortuga carey que ingresan en Costa Rica desde países vecinos.
- Cuando los cazadores ilegales capturan tortugas carey, no lo hacen específicamente por las espuelas, sino también por otros productos, que con frecuencia llegan a las tiendas de turismo y a los mercados en línea de todo el mundo.
Las peleas de gallos han sido ilegales en Costa Rica desde hace más de un siglo, pero esta violenta tradición aún persiste en la clandestinidad en todo el país. Para hacer más mortíferas a las aves, sus dueños suelen atarles cuchillas afiladas a las patas, conocidas como espolones o espuelas de gallo. Aparte de los gallos, que resultan gravemente heridos o mueren durante las peleas, otra especie se ha convertido en una víctima inesperada del comercio de espolones de gallo: la tortuga carey (Eretmochelys imbricata), una especie en peligro crítico de extinción cuyo caparazón se utiliza a menudo para fabricar estos mortales implementos.
Las tortugas carey llevan mucho tiempo siendo objeto de caza por sus caparazones de tono negro y marrón, utilizados en joyería, peines y otros adornos que datan de la antigua Roma. La especie también fue históricamente explotada por su carne, consumida en China desde al menos el siglo V a.C.
Maike Heidemeyer, bióloga marina radicada en Costa Rica y directora de biodiversidad y comunidad de la organización conservacionista sin ánimo de lucro Natural Capital Reserve, notó por primera vez las espuelas de carey en los mercadillos navideños hace unas dos décadas, tras mudarse desde Alemania. En ese entonces, las espuelas se exhibían abiertamente, junto con otros productos de carey como pulseras y baratijas. Aunque afirma que este tipo de muestras públicas de productos de carey han disminuido en los últimos años, la demanda persiste, a pesar de la prohibición nacional de las peleas de gallos.

“Hay asociaciones, grupos que defienden abiertamente su derecho a hacer peleas de gallos, incluso en Costa Rica”, dice Heidemeyer, quien lleva mucho tiempo involucrada en la investigación de las tortugas marinas y fundó Equipo Tora Carey, una organización dedicada a la conservación marina costera. “Claro que es ilegal, pero luego lo hacen a escondidas”, comenta.
La boca en forma de pico de la tortuga carey también se vende en la frontera entre Costa Rica y Panamá para peleas de gallos, según una publicación de El País, que afirma que los propietarios las colocan sobre los picos de sus aves.
Combatiendo el comercio ilegal
La mayor parte de las espuelas de carey de Costa Rica ingresan al país por tierra desde Nicaragua, al norte, y Panamá, al sur, explica Heidemeyer a Mongabay.
En un esfuerzo por acabar con las peleas de gallos, las autoridades costarricenses han incautado cientos de estas espuelas en los últimos años. En mayo de 2024, en una redada cerca de la frontera con Nicaragua se incautaron 29 espuelas de carey, mientras que en una operación realizada en 2019 en la provincia de Guanacaste, en el noroeste de Costa Rica, se confiscaron 98 púas de contrabando.

Sin embargo, según Heidemeyer, es probable que esto apenas roce la superficie del comercio. Y aunque el gobierno está tomando medidas drásticas contra las espuelas y demás parafernalia de las peleas de gallos, “nadie se pregunta realmente por el material de la púa que están viendo”, dice la bióloga, destacando que el caparazón de carey se confunde fácilmente con el plástico. Una forma fácil de diferenciar los productos derivados del caparazón del plástico es quemarlos: cuando se enciende, el caparazón de tortuga huele como el cabello humano al quemarse, ya que está compuesto de la misma proteína, la queratina.
Didiher Chacón, fundador y director de la Asociación Latinoamericana de Tortugas Marinas (LAST por sus siglas en inglés), cuenta que su organización capacita a oficiales costarricenses para ayudarles a identificar los productos derivados de la tortuga carey. Él y su equipo también trabajan de incógnito, comprando espuelas y otros productos a los vendedores para construir casos criminales que puedan presentar a las autoridades. Además, monitorean las redes sociales en busca de publicaciones que vendan espuelas de tortuga carey y las reportan para que sean retiradas.
Aun así, los conservacionistas se enfrentan a grandes obstáculos. Por ejemplo, la frecuente rotación de funcionarios hace difícil garantizar que el personal esté adecuadamente formado para identificar los caparazones de tortuga carey cuando los encuentran, explica Heidemeyer.

“Nuestro sistema en las aduanas sólo busca armas y drogas, no estos productos”, afirma Chacón. “Creo que necesitamos trabajar más en intentar capacitar a los funcionarios de correos y a la policía de aduanas para que detengan estas actividades”.
Un problema internacional
Los expertos advierten de que estas incautaciones ocasionales no abordan la raíz del problema: la caza ilegal de tortugas carey por sus caparazones. Aunque la especie está protegida por la CITES, la convención que regula el comercio internacional de especies silvestres, eso no ha detenido a los furtivos.
Según Chacón, que lleva más de tres décadas trabajando en la conservación de tortugas marinas, la vecina Nicaragua es un punto caliente para el comercio de productos de carey.
“No forman parte de los acuerdos internacionales más importantes, como la Convención Interamericana [para la Protección y Conservación de las Tortugas Marinas]”, afirma.
Y aunque la situación ha mejorado en países como Colombia y República Dominicana, todavía hay aspectos por mejorar, añade Chacón.
Para ayudar a detener el comercio, el grupo de Chacón capacita a personas de países como Guatemala, Honduras y Panamá para que reconozcan mejor los productos de tortuga carey.
Panamá ha mostrado cierto éxito en la lucha contra el comercio en los últimos años. En 2022, por ejemplo, las redadas en dos empresas de la provincia de Chiriquí dieron como resultado la incautación de 199 espolones de tortuga carey. Además, las fuerzas locales de seguridad solicitaron recientemente la ayuda de Jeffrey Seminoff, jefe del programa de tortugas marinas del Centro de Ciencias Pesqueras del Suroeste de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, para que les ayudara a identificar el origen de un lote confiscado de 77 espuelas para peleas de gallos fabricadas con caparazones de tortuga carey.

Dado que los cuerpos de las tortugas adquieren la firma isotópica única de su hábitat —esta firma suele compararse con las huellas dactilares, porque también sirven para rastrear y localizar—, Seminoff y su compañero de investigación, Joel Schumacher, analizaron los niveles de nitrógeno y carbono estabilizados en las espuelas, comparándolos con los niveles de referencia hallados en el Mar Caribe y el Océano Pacífico.
Descubrieron que 69 de las espuelas procedían de la región atlántico-caribeña. Aunque esto no fue demasiado sorprendente, ya que la mayoría de las tortugas carey de América Latina habitan en aguas del Atlántico, “hay ocho de esas muestras que provenían del Pacífico”, dice Seminoff. “Y esto nos indicó –es una evidencia irrefutable– que la cadena de suministro de tortuga carey en Panamá recibe animales procedentes tanto de su costa atlántica como de su costa pacífica”.
Seminoff afirma que este tipo de información podría ayudar a los conservacionistas a enfocar sus esfuerzos en las zonas con las tasas más altas de caza ilegal, en este caso, la región caribeña de Panamá. Aunque ningún otro país ha solicitado análisis similares, “sentí que fue un proyecto realmente valioso y algo que me gustaría volver a hacer si se presenta la oportunidad”, dice Seminoff a Mongabay.
Cambiando mentalidades y comportamientos
En Costa Rica, LAST organiza programas educativos en escuelas primarias y secundarias ubicadas cerca de las playas donde se cazan tortugas carey, así como en ciudades más grandes de la costa, con el objetivo de involucrar a los niños en la conservación de las tortugas marinas desde una edad temprana.
Chacón afirma que las acciones de los consumidores son de vital importancia para proteger a las tortugas. Cuando los cazadores furtivos capturan tortugas carey, no lo hacen específicamente para obtener espuelas, sino también para otros productos, que a menudo terminan en las tiendas de turismo y en los mercados en línea de todo el mundo.
“El código de conducta de los turistas [es muy importante], especialmente en áreas tropicales: cómo ellos pueden dejar huella comprando estos productos”, afirma. “La cuestión es educar a los turistas para que no compren productos derivados de las tortugas. No intenten comprar o comer su carne o sus huevos o cualquier bebida afrodisíaca como la mamajuana en República Dominicana o Cuba, que tiene algunas partes del cuerpo de la tortuga”.

Sin embargo, las comunidades también deben modificar su mentalidad sobre las peleas de gallos para lograr un cambio significativo en la situación de las tortugas y los gallos, sostiene Heidemeyer. Aunque la prohibición de las peleas de gallos en Costa Rica fue recientemente ratificada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, luego de haber sido impugnada por la Asociación Nacional de Criadores de Gallos de Pelea del país en 2017 –una victoria celebrada por los grupos de bienestar animal–, tanto ella como Chacón no están seguros del impacto que esto tendrá en las peleas de gallos o en la captura de tortugas. Las peleas de gallos continúan siendo legales en muchos otros países, como Colombia y Panamá.
“No estoy segura de que esto vaya a erradicarse algún día hasta que la gente cambie su opinión, su actitud hacia el bienestar animal”, afirma Heidemeyer.
El Maipo/Mongabay
*Imagen de portada: La tortuga carey (Eretmochelys imbricata), especie en peligro crítico de extinción, es frecuentemente utilizada para fabricar espuelas para las peleas de gallos. Foto: Leonardo Lamas vía Unsplash.