En un nuevo informe de las Naciones Unidas centrado en la seguridad alimentaria y la nutrición en Europa y Asia central se señala el camino hacia dietas más asequibles y sostenibles.
La situación de la región en su conjunto es mucho mejor que la de otras partes del mundo, pero es necesario abordar algunas novedades para evitar reveses.
En Europa y Asia central, la actual pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) y el estallido de la guerra en Ucrania ejercen una enorme presión sobre la seguridad alimentaria y la nutrición saludable. Los precios de los alimentos alcanzaron niveles máximos, lo que plantea a los responsables de la toma de decisiones el desafío de asegurar que nadie se quede atrás.
El informe, elaborado por ocho organismos de las Naciones Unidas, titulado Regional Overview of Food Security and Nutrition in Europe and Central Asia 2022 (Panorama regional de la seguridad alimentaria y la nutrición en Europa y Asia central), proporciona información valiosa para ayudar a hacer frente a esta situación.
Este informe, que se presentó hoy en un acto virtual, ofrece nuevos datos y análisis de las tendencias regionales y los progresos realizados para lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) relativo al Hambre Cero, e incluye estudios sobre la creación de marcos de políticas que permitan que las dietas saludables sean más asequibles y que los sistemas agroalimentarios sean más sostenibles desde el punto de vista ambiental en la región de Europa y Asia central.
Los países, si aprovechan las cifras y recomendaciones que figuran en el informe, deberían estar en condiciones de prestar asistencia a los pequeños agricultores, a las comunidades rurales y a todos los actores a lo largo de la cadena de valor alimentaria, así como de ayudar a las personas pobres y vulnerables mediante programas integrales, como se contempla en los ODS.
“Al igual que en las ediciones anteriores de la publicación Regional Overview of Food Security and Nutrition in Europe and Central Asia, esperamos que este informe aporte conocimientos y datos valiosos y contribuya a determinar opciones para un diálogo informado y una acción concertada por parte de todos los asociados con miras a trabajar juntos para acelerar el progreso hacia la consecución del objetivo de una Europa y un Asia central sin hambre y saludables”, afirman las ocho organizaciones de las Naciones Unidas en el prólogo del informe.
El informe fue elaborado conjuntamente por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (CEPE), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
La seguridad alimentaria y la nutrición en la región
A pesar de las repercusiones de la COVID-19 y de la guerra en Ucrania, los datos y las tendencias de los últimos años presentan un panorama fundamentalmente alentador de la situación de la seguridad alimentaria y la nutrición en Europa y Asia central. La situación de la región en su conjunto es mucho mejor que la de otras partes del mundo, pero es necesario abordar algunas novedades para evitar reveses.
En el informe se estima que la prevalencia de la subalimentación en el mundo aumentó al 9,9 %
en 2020 y siguió aumentando desde entonces, mientras que la media de los más de 50 países de Europa y Asia central se ha mantenido por debajo del 2,5 % en los últimos años. Aunque en algunas partes de la región (el Cáucaso, Asia central y los Balcanes occidentales) la proporción de la población definida como subalimentada está aumentando —y es probable que siga en ascenso—, se prevé que la media regional se mantenga por debajo del 2,5 %.
Tras aumentar considerablemente en 2020, la prevalencia regional de la inseguridad alimentaria moderada o grave volvió a aumentar en 2021 (del 11,3 % en 2020 al 12,4 % en 2021), lo que refleja un deterioro de la situación de las personas que se enfrentan a graves dificultades debido a la pandemia de la COVID-19. En términos generales, alrededor de 116,3 millones de personas en la región padecían inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021, habiéndose sumado
25,5 millones de personas en solo dos años. El número de personas que padecen inseguridad alimentaria grave —aquellas que carecen de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos— estaba aumentando rápidamente, con un incremento de más de 13 millones de personas entre 2019 y 2021.
Como dato positivo, en esta región el retraso del crecimiento (estatura baja para la edad) y la emaciación (consecuencia de una ingesta dietética insuficiente) afectan al 7,3 % y al 1,9 % de los niños menores de cinco años, respectivamente, mientras que a escala mundial estos problemas afectan a más del triple de personas.
El sobrepeso y la obesidad siguen siendo un problema alarmante en la región, tanto en niños como en adultos, y superan la media mundial.
El costo de una dieta saludable aumentó en casi todos los países de Europa y Asia central debido al aumento de los precios de los alimentos para los consumidores. Aun así, con la excepción de algunos países, la mayoría de la población de la región (aproximadamente el 96,4 %) podría permitirse una dieta saludable, en comparación con la media mundial del 58,0 % en 2020. Sin embargo, en algunos países de ingresos medianos bajos e importadores netos de alimentos de la región (como Armenia, Kirguistán y Tayikistán), un porcentaje muy alto de la población (más del 40 %) no podía permitirse una dieta saludable.
Lograr dietas saludables y sistemas agroalimentarios sostenibles
Los países de la región tienen niveles muy diferentes de desarrollo y de apoyo presupuestario al sector de la alimentación y la agricultura. Además, la mayoría de los países —especialmente los de ingresos medianos— se ven muy afectados por los recientes problemas regionales y mundiales y tienen una capacidad limitada para invertir en los sistemas agroalimentarios como medio para superar la crisis.
Como se subraya en el informe, es necesario reorientar las políticas de alimentación y agricultura a fin de que sean más adecuadas para abordar el “triple desafío” de los actuales sistemas agroalimentarios: aumentar la asequibilidad de las dietas saludables, garantizar mejores medios de vida para los agricultores y mejorar la sostenibilidad ambiental. Esto puede lograrse si los incentivos fiscales van más allá de la ayuda a los agricultores individuales y se destinan a la mejora de los servicios generales, lo que incluye investigación y desarrollo agrícolas, educación, extensión, medidas de control de plagas y enfermedades, sistemas públicos de control de la inocuidad de los alimentos, agricultura climáticamente inteligente y tecnologías y prácticas eficientes en función de las emisiones.
En el informe de las Naciones Unidas se sugiere que, si se replantean las actuales estructuras de apoyo a la agricultura, se puede fomentar incluso el consumo de alimentos saludables, principalmente frutas, hortalizas y legumbres.
Pero no solo las políticas agrarias deben considerarse a la hora de establecer el marco para unos sistemas agroalimentarios más saludables y más sostenibles, equitativos y eficientes. También se requieren políticas complementarias ajenas a los sistemas agroalimentarios, en temas como la salud, la protección social, el comercio y el medio ambiente, para garantizar que los esfuerzos de reorientación logren repercusiones en la región.
Especialmente en lo que respecta a la sostenibilidad ambiental y a una mayor reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, los responsables de la toma de decisiones deben pensar de forma integral y facilitar la aplicación de tecnologías y prácticas basadas en la ciencia, climáticamente inteligentes y eficientes desde el punto de vista energético a lo largo de las cadenas de valor y suministro agroalimentarias.
Sobre todo, se señala en el informe, es fundamental que todas las iniciativas tengan en cuenta las circunstancias locales y respeten el principio de participación para tener éxito.
Fuente: FAO