(Madrid) El lobo ibérico se enfrenta hoy en España a una aguda contradicción, el odio por su carácter depredador de ganado, y la necesidad de preservación para el equilibrio de la biodiversidad.
De hecho, la autorización de su caza en España no se hizo con propósitos deportivos, sino en el afán del sector de ganaderos empeñado en lograr su desaparición o cuando menos, reducir drásticamente su población.
Una dicotomía ante la cual salió al paso este viernes la ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, quien alertó de que la extinción del lobo ibérico tendría «consecuencias en cascada sobre la biodiversidad».
Aagesen renovó la determinación del Gobierno de adoptar medidas para preservar la especie, aunque reconoció que es una tarea compleja, por las paradojas que implica.
En una declaración grabada facilitada a la prensa, Aagesen se refirió a las muchas aristas del asunto a raíz del nuevo censo nacional del lobo, que contabiliza 333 manadas de esta especie, 36 más que las 297 inventariadas en 2014.
«Desgraciadamente estamos lejos del objetivo de 500 manadas que la ciencia considera necesario para asegurar su viabilidad genética a largo plazo», apuntó.
Fuentes científicas afirman que la reducción de lobos en España tiene un efecto contradictorio, se vuelven más agresivos los que quedan, y al dominar amplios espacios, se convierten en cazadores muy peligrosos.
«El lobo es una especie fundamental, regula poblaciones de ungulados, previene enfermedades y mantiene la estabilidad de nuestros ecosistemas», explicó la ministra.
«Unir ciencia, medio rural y ganadería es una estrategia eficaz y necesaria. Proteger el lobo es proteger nuestra biodiversidad, nuestra historia y nuestro futuro», argumentó Aagesen. Los datos del censo señalan que existen entre 4,5 y 6,5 ejemplares por manada, con un número total aproximado en España entre los mil 300 y los mil 900 lobos.
El Maipo/PL
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