María Guerrero tenía dos años cuando sus padres la llevaron, junto a sus seis hermanos, a los cultivos de la empresa japonesa Furukawa, la principal productora de fibra de abacá de Ecuador, en donde comenzaron a laborar. Durante tres décadas, la mujer no conoció otro lugar y allí mismo inició su relación con su esposo y padre de sus siete hijos.
“Yo di a luz a todos mis hijos dentro de la empresa, no tuve control médico de postparto ni un control médico durante mi embarazo. Es algo que llevaré siempre en mi corazón como una herida“, narró en conferencia de prensa este 10 de diciembre la mujer, que hoy suma 39 años.
Recordó, además, que en una ocasión tuvo que ser cargada entre varios trabajadores de la plantación hasta una carretera, en donde pidieron ayuda porque su parto se complicó.
El caso de Guerrero, así como el de más de 300 trabajadores de la empresa japonesa Furukawa —que produce fibra de abacá, también conocida como cáñamo de Manila— se dio a conocer en 2018, cuando un grupo de extrabajadores demandó a la compañía por las terribles condiciones en las que trabajaban y vivían.
Según los relatos de los abacaleros y abacaleras, algunos, como Guerrero, dieron a luz a sus hijos e hijas en condiciones insalubres y los criaron sin luz ni agua potable. Otras, incluso, resultaron mutiladas por el uso inseguro de la maquinaria agrícola, mientras que nueve de ellos murieron sin que la justicia llegara a sus vidas.
Ante estos hechos, la Corte Constitucional (CC) de Ecuador declaró que Furukawa mantuvo en condiciones de esclavitud a 342 trabajadores —la mayoría afrodescendientes— y le ordenó el pago de 120.000 dólares a cada víctima.
Según la sentencia de la CC, la empresa Furukawa violó la prohibición de la esclavitud en perjuicio de los abacaleros de sus haciendas, “anulando su dignidad humana”.
Además, la compañía deberá ofrecer disculpas públicas, lo mismo que el gobierno, cuyas instituciones, de acuerdo con el fallo de la Corte, fueron omisas en “su deber institucional de adoptar medidas de prevención y protección”.
Durante la rueda de prensa, los trabajadores contaron que, por años, vivieron atemorizados de perder su escaso salario, hasta que decidieron enfrentar al “monstruo” que mantuvo ocultas las relaciones laborales a través de contratos de arrendamiento de tierras.
Segundo Ordoñez, otro abacalero de la plantación, relató los horrores que vivió y de los que fue testigo durante los años de esclavitud a los que fue sometido.
“Cada día hemos ido evadiendo el miedo y nos hemos ido enfrentando hacia un monstruo que es la Furukawa”, compartió el hombre de 59 años.
“Se cortó un amigo, estábamos trabajando en un aguacero. Esa fue la rabia más que a mí me dio, verlo botar sangre como un animal y nadie hacía nada“, continuó.
Por su parte, Susana Quiñones compartió que la vida en las plantaciones era “horrible” y aseguró que “ahí nunca hubo posibilidades” de progresar.
Agregó que su jornada comenzaba a las tres de la mañana y concluía a las 10 de la noche, “para ver si alcanzábamos una monedita más”.
Furukawa Plantaciones opera desde hace casi seis décadas en Ecuador, país que es el segundo productor mundial de fibra de abacá, utilizada en la fabricación de una gran variedad de productos, como papel moneda, bolsas de té, filtros para café; así como sogas, bramantes, cordeles, líneas de pesca y redes, entre muchos más.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en la actualidad está en ascenso el nicho de mercado especializado en ropa, cortinas, pantallas y tapicería de abacá, aunque su uso principal es la fabricación de papel.
De acuerdo con los medios, cada año Ecuador exporta unas 7.000 toneladas de fibra de abacá a Estados Unidos, Europa y Asia, con un valor aproximado de unos 17 millones de dólares.
El Maipo/Sputnik