(París) La cuenta regresiva ya está activada, restan apenas cuatro días para el cónclave que elegirá, tras el fallecimiento de Francisco, al nuevo papa y en Francia se preguntan si terminarán casi 650 años de sequía pontificia.
El 26 de marzo de 1378 murió Gregorio XI, el último papa francés, un líder religioso que también marcó con su deceso el fin del llamado cautiverio de Aviñón, ciudad del sur de Francia sede durante alrededor de siete décadas de la cúpula de la iglesia católica, etapa en la que todos los santos padres tuvieron la misma nacionalidad.
En las listas de favoritos a suceder entre los católicos a San Pedro está Jean-Marc Aveline (66 años), arzobispo de Marsella y recién electo presidente de la Conferencia de Obispos de Francia.
Según diversas fuentes, su nombre resuena con fuerza, a partir de las congregaciones generales ya celebradas, reuniones a puertas cerradas de los cardenales –electores o no- antes del cónclave, foros que acaparan la atención de quienes estudian las posibilidades de los candidatos.
Aveline, una figura cercana a Francisco, quien falleció el 21 de abril después de 12 años de pontificado, ha ganado visibilidad por su apoyo a los más pobres y los migrantes, así como por favorecer el diálogo entre religiones, en particular con el Islam.
También destaca su experiencia, al ser miembro en el Vaticano de los Dicasterios para los Obispos y para el Diálogo Interreligioso.
Sin embargo, no es el único al que atribuyen opciones claras, y para no pocos entendidos, otros cardenales parecen en mejor posición de ganar los al menos 89 votos necesarios en el cónclave para que salga el humo blanco de la Capilla Sixtina, citando cuestiones como que no domina el italiano.
Varios de los 133 cardenales electores, así como de los más de 120 que no los son, han realizado declaraciones a la prensa, y otros las han dado en condición de anonimato, a partir del carácter secreto de las congregaciones generales, por lo que abundan las publicaciones y los comentarios sobre los “papables”.
En términos simples, según los que pretenden explicar de manera sencilla lo que está en juego, la elección del nuevo papa representa dos grandes visiones en el Colegio Cardenalicio: el continuismo de la gestión de Francisco o el regreso a posiciones más conservadoras respecto a la doctrina.
También suelen exponer los dos caminos como uno enfocado en adaptar la iglesia a los nuevos tiempos, con una mirada social e inclusiva, y otro opuesto, centrado en los orígenes del catolicismo y la tradición, sin descartar que la salida sea buscar a un candidato de consenso, una tarea que se antoja titánica.
Junto a Aveline aparecen en las listas de los papables el secretario de Estado de la Santa Sede, el italiano Pietro Parolin, y sus compatriotas Matteo Zuppi y Pierbattista Pizzaballa, el filipino Luis Antonio Tagle, el húngaro Péter Erdő, el ghanés Peter Turksson, el español Ángel Fernández Artime y el guineano Robert Sarah, entre otros.
La política lógicamente no queda fuera de los análisis, y por ejemplo suele leerse por estos días que al presidente estadounidense, Donald Trump, le gustaría ver como obispo de Roma a su paisano Raymon Burke, un cardenal crítico de decisiones de Francisco e identificado en la línea más conservadora.
No solo Trump, quien posteó su foto vestido de papa en Truth Social, acaparó titulares esta semana, ya que su par francés, Emmanuel Macron, fue acusado en la prensa conservadora italiana de hacer presión para que el próximo santo padre sea Aveline.
Como argumento citado en la alegada interferencia del jefe del Elíseo está su interés en ganar más peso internacional.
Macron se reunió en Roma el 26 de abril, cinco días después de la muerte de Francisco, con los cardenales franceses Aveline, Christophe Pierre, Philippe Barbarin y François Bustillo, supuestamente para abordar la candidatura de consenso del arzobispo de Marsella.
También reportan que cenó en la capital italiana con Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, una organización de fieles católicos enrolada en la lucha por la paz y contra la pobreza, a la que atribuyen influencia en el Vaticano, en particular durante el pontificado del primer papa latinoamericano.
Incluso, Macron ha sido catalogado en medios del país transalpino de “un Rey Sol moderno” con pretensiones de “incrustarse” en el cónclave.
De igual manera, la prensa parece promover un duelo entre el líder galo y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ubicada en la extrema derecha, para ver quién puede ejercer mayor influencia en la decisión de los 133 cardenales de 70 países que votarán desde el miércoles.
El Maipo/PL