Por Francisco Villanueva Tagle
África sufrió en 2024 una temporada de lluvias devastadora asociada al evento climático de “El Niño”, a lo que se sumó en muchos países el acoso del islamismo y las pugnas interétnicas.
La caída de lluvias torrenciales en las generalmente desérticas regiones del Sahel provocó inundaciones, deslaves, daños a la agricultura e infraestructura vial y dejó, según estimados de organizaciones sanitarias, más de dos mil muertos y unos cinco millones de damnificados.
Catorce países de África central y occidental, desde la República Democrática del Congo hasta Liberia, tuvieron cuatro millones de afectados, así como se registraron unas dos mil víctimas fatales, de acuerdo con datos de instituciones meteorológicas.
Solamente en este período la región semidesértica del Sahel recibió un 500 por ciento de lluvia por encima de su promedio histórico. A esto se agrega que esos países se encuentran dentro de una región considerada entre las menos preparadas a nivel mundial para enfrentar desastres relacionados con el clima.
Así, en Chad las inundaciones afectaron casi todo el país y dejaron al menos 340 muertos y un millón y medio de personas sin hogar. Níger no se quedó atrás con 400 mil personas sin hogar y 273 muertes, mientras que Malí registró 62 muertes y 345 mil humanos sin vivienda.
En Nigeria la ruptura de la presa Maiduguri, al norte del país, provocó el desplazamiento de unas 610 mil personas y la muerte de otras 200. Todo ello provocó un aumento sostenible de los precios de los alimentos con la consiguiente hambruna, y brote de epidemias.
Grupos ambientalistas en Ghana dieron la voz de alarma sobre la vulnerabilidad de Accra a las inundaciones.
De los casi tres millones de personas que viven en la capital ghanesa, donde miles de residentes han sido obligados a trasladarse a zonas de alto riesgo debido al hacinamiento, muchos empeoraron su situación por la creciente frecuencia e intensidad de las tormentas impulsadas por el cambio climático.
Para los científicos el aumento de las temperaturas provoca una intensificación del ciclo hidroclimático, y este año, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), se considera por los especialistas como el más cálido jamás registrado en toda la historia.
La OMM agrega además que, aunque África sólo produce una fracción de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, los africanos soportan una carga excepcionalmente pesada por el cambio climático.
El organismo internacional precisa que adaptarse a ese fenómeno costará al África subsahariana entre 30 mil y 50 mil millones de dólares anuales durante la próxima década, o entre el dos y el tres por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de la región.
Según expresó el secretario ejecutivo de Naciones Unidas para el Cambio Climático, Simon Stiell, en la Décima Conferencia Ministerial Africana sobre Medio Ambiente celebrada recientemente en Costa de Marfil, en África, como en todas las regiones, la crisis climática es un sumidero que absorbe el impulso del crecimiento económico.
“De hecho, muchas naciones africanas están perdiendo hasta un cinco por ciento del PIB como consecuencia de los impactos climáticos”, precisó el funcionario.
Desde 2021, en el continente se agravó la difícil situación humanitaria provocada por las guerras, la pandemia de Covid-19 y la peor plaga de langostas en 70 años.
A ello se agrega un clima cada vez más inestable, caracterizado por variaciones de lluvia caóticas, con una grave sequía que afectó a las regiones continentales del sur, mientras otras sufrieron extremas precipitaciones en el Sahel y la costa oeste.
La sequía obligó a más de 13 millones de personas a huir de sus hogares en busca de agua, pastos, mientras otros tantos millones tuvieron que abandonar sus casas y tierras de cultivo debido a los enfrentamientos armados, ya sean interétnicos, entre grupos islamistas o guerras abiertas, como en Sudán.
El fenómeno de El Niño desencadenó una devastadora sequía que afectó a casi 70 millones de personas en el sur de África, lo que provocó una grave escasez de alimentos. Zambia y Zimbabue, por otra parte, declararon la crisis alimentaria como un desastre nacional, mientras que Lesoto y Namibia solicitaron apoyo humanitario.
La situación es aún particularmente aguda en Malaui, donde casi la mitad de la población, estimada en nueve millones de personas, necesita asistencia humanitaria, según un informe de Unicef, y sólo como como consecuencia de los desastres climáticos se calcula que unos 55 millones de personas padecen inseguridad alimentaria en la región.
El número exacto de víctimas será difícil de contabilizar para los países afectados, dada la magnitud de la catástrofe, pero lo cierto es que requieren de la ayuda internacional con financiamiento para poder enfrentar en el futuro el cambio climático, en medio de otras vicisitudes que también están presentes en el continente africano.
El Maipo/PL