La reciente franja electoral de Renovación Nacional (RN) ejecuta una operación de blanqueo histórico tan audaz como cínica: apropiarse de la figura del expresidente Patricio Aylwin Azócar. El mismo líder que en 1989 representaba todo lo que este partido combatía hoy es instrumentalizado en su relato.
Si bien el legado de Aylwin como arquitecto del consenso democrático es incuestionable, la referencia de RN no puede leerse sino como un ejercicio de amnesia estratégica. Lejos de cualquier homenaje genuino, estamos ante un intento descarado de reescribir su propia complicidad con la herencia dictatorial.
Los hechos, tozudos, desmienten esta operación de maquillaje:
El verdadero candidato de RN en aquella elección fundacional fue Hernán Büchi, abanderado del pacto “Democracia y Progreso” que representaba la continuidad del régimen recién rechazado en el plebiscito de 1988. RN no solo apoyó a Büchi; fue columna vertebral de la coalición que buscaba perpetuar el modelo pinochetista.
El adversario que hoy pretenden homenajear, Patricio Aylwin, encabezaba precisamente la coalición que derrotó a su candidato. La Concertación era el arcoíris democrático que RN intentó impedir con todos los recursos a su alcance.
La contradicción no podría ser más grotesca: el partido que hizo campaña contra el “reencuentro” hoy se viste con sus ropajes. Quienes ayer negaban la necesidad de una transición pactada hoy se presentan como sus albaceas.
¿Qué explica este giro tardío? Tres cálculos perversos:
Primero, buscan lavar su historial proyectando una imagen de centro que nunca tuvieron. Al invocar a Aylwin, intentan distanciarse del sector más duro de la derecha, encarnado entonces por Büchi.
Segundo, pretenden borrar las huellas de su oposición a la transición. Para las nuevas generaciones, Aylwin simboliza la democracia. Al apropiarse de su figura, RN busca difuminar su pasado como fuerza que apoyó la continuidad electoral de la dictadura.
Tercero, aspiran a capitalizar un éxito que hicieron todo lo posible por evitar. La transición chilena fue exitosa a pesar de ellos, no gracias a ellos.
La memoria política puede ser elástica, pero no infinita. Es legítimo que los partidos evolucionen, pero no que reescriban su historia hasta hacerla irreconocible. Este gesto no es evolución: es impostura.
Lo cierto es que la historia ya ha juzgado. Sabe quién lideró el reencuentro de los chilenos y quiénes se empeñaron en frustrarlo. El oportunismo de RN, aunque efectista, choca contra el muro de los hechos: no pueden reclamar el legado de quien combatieron, ni honrar al líder cuya victoria lamentaron.
Esta operación de marketing no solo ofende la memoria de Aylwin; insulta la inteligencia de los chilenos. Nos recuerda que para algunos, la historia es solo un recurso más del que apropiarse, sin importar la coherencia ni la verdad.
Álvaro Ramis, Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano