(Tokio) A un mes de terminar el año fiscal, el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima celebró hoy la superación de su récord anual de visitantes por segunda ocasión consecutiva.
Las autoridades de la institución creada con la finalidad de mostrar al mundo el daño causado por el bombardeo atómico de 1945, informaron que, del 1 de abril de 2024 al 9 de febrero de este año, llegaron al centro histórico un millón 984 mil personas.
A criterio del director del museo, Ishida Yoshifumi, el movimiento por la abolición nuclear está cobrando fuerza desde que el grupo japonés de sobrevivientes de la bomba atómica Nihon Hidankyo recibió el Premio Nobel de la Paz en 2024.
De igual manera, reconoció la existencia de una creciente preocupación mundial por el posible uso de armas nucleares e invitó a visitar el museo para comprobar, con pragmatismo, la realidad de los bombardeos atómicos.
Según la corporación japonesa de noticias NHK, el museo almacena alrededor de 22 mil artículos, incluidas pertenencias de personas fallecidas a causa de la tragedia.
La decisión de Estados Unidos de dejar caer bombas atómicas sobre las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente, ha sido cuestionada durante años por numerosos historiadores.
Tal disposición la adoptó el gobierno norteamericano al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando la contienda ya estaba casi ganada por los Aliados.
Sin dudas, la masacre determinó la rendición incondicional de Japón; pero el costo humano se sigue pagando todavía.
Aproximadamente 66 mil personas perdieron la vida en Hiroshima al instante de la explosión del 6 de agosto de 1945; mientras en Nagasaki, tres días después, la cifra se aproximó a 70 mil.
Cientos de miles de pobladores -la mayoría mujeres y niños- murieron con el tiempo a consecuencia de la radiación.
En Japón, cada año, en esas fechas, a la hora local exacta de la explosión, se guarda un minuto de silencio y, luego, se depositan ofrendas de flores y agua en memoria de los fallecidos y los sobrevivientes.
Muchos de ellos, en los días posteriores a la tragedia, pedían desesperadamente agua para calmar la sed generada por tantas quemaduras internas y externas, de ahí que el líquido vital se haya convertido en un símbolo de aquel triste momento.
El Maipo/PL