Como corresponde a quienes han ejercido el cargo de presidente de la República, electos democráticamente, Sebastián Piñera Echeñique ha recibido los más altos honores de Estado, el afecto y cariño de quienes han sido y son sus partidarios, afecto extensivo a sus seres queridos, empezando por su esposa, sus hijos e hijas, nietos, hermanos y parientes cercanos.
Los demás, quienes no compartimos la visión política e ideológica del expresidente y su sector de pertenencia, seguimos los acontecimientos con respeto, pero alejados del mito que se ha comenzado a levantar alrededor de una figura por lo menos polémica del expresidente.
Es que una cosa es seguir con respeto el desenlace trágico de alguien que desde el mundo de los negocios se convirtió una vez en senador y dos veces presidente de la República, y otra muy distinta es contribuir a levantar a su alrededor un castillo pletórico de bondades que más parecen un blanqueo descarado de imagen, todo ello a cargo y cuenta de los medios de comunicación y de un sector de la política, el suyo, que no titubea en alabanzas al difunto expresidente porque de ese modo algún provecho político pueden conseguir.
Bástenos con señalar que por arte de magia desapareció por completo el tema de la delincuencia que los medios de prensa año tras año, mes tras mes y día tras día repiten incesantemente como recordándonos que estamos condenados a vivir bajo el asedio del miedo que ellos mismos propagan sin control ni mesura.
No solo eso, tampoco era justificable borrar de las pantallas el trauma de los incendios que asola parte de la V región de Valparaíso y que se está llevando cientos de vidas y destrucción masiva de precaria infraestructura.
El rol de los medios chilenos es conocido y coherente porque responden a la misma lógica de quienes al mismo tiempo son dueños de la riqueza. En un país con una democracia más madura ello no sería posible; en el nuestro es la regla del caso. Son instrumentos de reproducción ideológica de quienes detentan poder y riqueza y el canal del Estado dista mucho de cumplir el rol que le corresponde en una sociedad democrática.
Insisto, el presidente Piñera, por el hecho de haber sido electo por el pueblo de Chile democráticamente presidente de la República, merecía recibir los honores de Estado que el gobierno actual le confirió. Por lo visto, el comportamiento de todas las fuerzas politicas, sociales y la ciudadanía indican que esta vez hubo madurez cívica que no siempre ocurre y que más bien hemos venido perdiendo en el tiempo.
Estimo, sin embargo, un error garrafal del presidente Boric confundir el excelente rol que cumplió en el aseguramiento de su gobierno a los honores comprometidos al expresidente Piñera y su familia, con su afirmación en cuanto a que Piñera “tuvo una interpretación del estallido social del 2019 que fue diferente a la mía y actuó en ocasiones de una manera con la que discrepé, pero usando siempre, repito, siempre, los mecanismos de la democracia y la Constitución”.
Independientemente de la interpretación de la revuelta social del 2019, aun en disputa, lo acreditado por los organismos internacionales y locales de derechos humanos es que durante ese periodo éstos fueron violados reiteradamente por agentes del Estado.
La violación a los derechos humanos no son, presidente, “mecanismos de la democracia y la Constitución”. Ninguna circunstancia puede justificarlo ni acá en Chile ni en ninguna otra parte del mundo.
En ese punto no podemos estar de acuerdo.
Para El Maipo, Carlos Cerpa Miranda, *Ex concejal y ex director laboral Banco del Estado. Colaborador de El Maipo.
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