Los dos primeros años del Gobierno del Presidente Boric han dejado en evidencia que, para avanzar en estas reformas, no basta la voluntad de cambio de las fuerzas políticas transformadoras, ni aferrarse a las ideas abstractas de transformación social.
La gran victoria del “En contra” ha querido ser interpretada por la derecha como la derrota de la clase política y en particular de la izquierda, que tuvo que jugarse por la Constitución que durante tanto tiempo criticó. Es cierto que, tanto quienes promovieron el Apruebo en el plebiscito de 2022 como los partidarios del “A favor” en el plebiscito del pasado 17 de diciembre, fracasaron en proponer un texto con capacidad de construir una mayoría sustancial. No obstante, es importante recordar que el sistema político logró el 15 de noviembre del 2019 buscar una salida institucional y democrática al estallido social de octubre de ese año. Más aún, ha sido la democracia la que ha permitido resolver los problemas difíciles que hemos enfrentado en los últimos años.
La derecha buscó mejorar el resultado, tratando de hacer del plebiscito un referéndum sobre la gestión del Presidente de la República. El disparo parece haber salido por la culata. Al día siguiente del plebiscito –al contrario de lo que sucedió en septiembre del año pasado–, el Gobierno dispone de un mayor apoyo en la opinión pública que antes del proceso electoral. El triunfo del “En contra” deja en evidencia, entre otras cosas, que el discurso en favor de los derechos, planteado en forma concreta, caló profundo en la ciudadanía. En tal sentido, el Gobierno dispone hoy de un fuerte apoyo para sacar adelante la reforma de pensiones, el pacto por el crecimiento y la reforma de la salud. Si la derecha no hace caso al mensaje que envió la ciudadanía y mantiene el rechazo incluso a conversar, ello se puede traducir en nuevas derrotas en las elecciones de los próximos dos años.
El Presidente de la República, si bien constató en su discurso el contundente triunfo del “En contra”, insistió en que de lo que se trataba era de cerrar el proceso constitucional y pidió al conjunto del espectro político poner énfasis en buscar acuerdos para abordar las grandes reformas que el país reclama con urgencia. Tiene razón el Mandatario sobre la necesidad de terminar con el clima tóxico que caracterizó a ambos procesos constitucionales, y en que buscar acuerdos es indispensable para responder a las preocupaciones y demandas ciudadanas.
En este contexto, cabe valorar que se ha abierto un nuevo escenario político, caracterizado por el retroceso de la ultraderecha –y el fracaso de una propuesta que solo habla de inseguridad, recurre a los miedos y afirma que el país se cae a pedazos, en circunstancias que hay un Gobierno que avanza en la lucha contra el crimen organizado, ha restablecido los equilibrios económicos y abre una perspectiva de recuperación de la capacidad de crecimiento– y por la reconexión, al menos en esta elección, del oficialismo con los electores que se habían marginado hasta ahora de la vida política.
Hoy, las elecciones regionales y municipales del próximo año y las presidenciales y parlamentarias del 2025 aparecen con un resultado abierto. Es claro que J. A. Kast, que aparecía como el mejor situado para ser el próximo Presidente de la República, sufrió un grave retroceso. Pierde también la derecha tradicional que, desde un principio, luego de la elección de consejeros constitucionales, se dejó arrastrar por la desmesura del Partido Republicano. Amarillos y Demócratas parecen caer en la insignificancia. En contraste con ello, las fuerzas del oficialismo han logrado operar en conjunto y la alianza gubernamental adquiere crecientes características de una fuerte coalición política.
Profundizando el análisis
Sin duda, la derecha tiene un punto cuando señala que la izquierda habría sufrido una grave derrota –algunos hablan de derrota cultural– al haber tenido que jugarse por la mantención de la Constitución del 80. No bastan excusas, como señalar que dicha Carta Magna había sufrido muchos cambios (lo cual sin duda es cierto) o que ella llevaba la firma del Presidente Ricardo Lagos. Lo cierto es que la izquierda y el Socialismo Democrático desde siempre buscaron sustituir el texto constitucional por uno elaborado y aprobado democráticamente.
Si bien el primer proceso constitucional identificó los grandes temas del futuro, el cambio climático, el feminismo, la necesidad de un Estado más activo para impulsar un nuevo modelo de desarrollo y como agente principal para hacer realidad los derechos económicos y sociales, las fuerzas políticas no fueron capaces de preparar un texto y construir un articulación política que lograra construir una mayoría sólida.
También tienen un punto quienes afirman que el “En contra” recibió un fuerte refuerzo por parte de aquellos sectores que rechazan la política y los políticos en general, pues no perciben que responden a sus necesidades. Sin duda que el oficialismo no puede considerar como suyo, definitivamente, ese gran contingente que se incorporó al universo electoral como efecto del voto obligatorio a partir del plebiscito del 2022. Se trata de electores que tienden a vivir como ajena la vida política, que no perciben la potencialidad del Estado para resolver sus problemas –a lo cual sin duda contribuye el entrampamiento que viene mostrando ya desde hace tiempo el sistema político–, que tienden a restarse de la comunidad política y que, al mismo tiempo, plantean demandas contradictorias y esperan del sistema político soluciones mágicas sin comprender la complejidad, creciente, que caracteriza a la sociedad moderna y la política.
Los desafíos de la izquierda y la centroizquierda
El gran desafío de la izquierda y la centroizquierda es compatibilizar un programa de reformas sustantivas con la capacidad de construir mayorías políticas y sociales sustantivas que las hagan posibles.
Los dos primeros años del Gobierno del Presidente Boric han dejado en evidencia que, para avanzar en estas reformas, no basta la voluntad de cambio de las fuerzas políticas transformadoras, ni aferrarse a las ideas abstractas de transformación social. En los distintos grupos que se declaran progresistas se escucha, con mucha frecuencia, que de lo que se trata es de impulsar una política consecuente frente a la amenaza urgente que representa el cambio climático para la subsistencia del planeta; que es necesario superar el identitarismo de los nuevos movimientos sociales y volver a las demandas de los trabajadores por un trabajo decente, la libertad sindical plena, la nacionalización de las riquezas básicas; una reforma tributaria radical que permita una fuerte redistribución de ingresos y el establecimiento de un Estado plurinacional.
Sin duda que muchas de estas demandas se plantearon con fuerza y claridad en el primer proceso constituyente. El resultado es de todos conocido: el Rechazo obtuvo un 62% del electorado y el Apruebo solo un 38%. Es indispensable, en este contexto, encontrar formulaciones y un estilo de acción política que permitan engarzar con las mayorías ciudadanas.
Algunos interpretaron el triunfo del Rechazo en el plebiscito de septiembre de 2022 como el resultado de que los chilenos y chilenas eran conservadores y que, en consecuencia, constituían tierra fértil para la campaña de la derecha. El triunfo del “En contra” en este segundo proceso constitucional exige afinar nuestro análisis. Los ciudadanos, más allá de que muchos de ellos puedan ser convencidos por la demagogia o por las campañas que explotan el miedo, son, sin embargo, capaces de distinguir aquellas proposiciones que representan proyectos razonables y con capacidad de transformarse en mayoritarios de aquellos que contradicen –ya sea por la forma en que se plantean o por los problemas que no se contemplan– los intereses y convicciones fundamentales de la sociedad.
Esta conclusión tiene consecuencias cruciales para los procesos electorales que enfrentará el país en los siguientes dos años. Ganará las próximas elecciones la coalición que sea capaz de levantar la propuesta más adecuada para abordar los graves problemas que enfrenta el país y que haya demostrado mayor capacidad para articular las demandas ciudadanas en torno a un proyecto político innovador.
(Columna publicada por el Diario El Mostrado)
Por Eugenio Rivera U. Economista, Director Ejecutivo Casa Común y colaborador de elmaipo.cl
Nota: El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial El Maipo.