Es bien sabido: veinte años no es nada (y veinticinco tampoco). Es apenas el comienzo de una ambición: ser la memoria viva de un proyecto intelectual y cultural que, desde su llegada a Chile en 2000, ha marcado un rumbo singular en el periodismo crítico y en la reflexión sobre el mundo contemporáneo. Bajo la brillante dirección local de mi amigo Víctor Hugo de la Fuente, la edición chilena de Le Monde Diplomatique se ha convertido en un espacio imprescindible para el pensamiento independiente y para la circulación de ideas que no se someten ni a la lógica del mercado ni a las urgencias del poder.
En tiempos en que la información se confunde con la inmediatez, Le Monde Diplomatique ha defendido el valor de la profundidad, la paciencia de la lectura y la densidad de los argumentos. Cada número es una invitación a detenerse, a mirar con perspectiva lo que suele presentarse como evidente, a interrogar los discursos dominantes. Esa es, quizás, su mayor contribución: recordarnos que pensar críticamente es un acto de resistencia y, al mismo tiempo, de esperanza.
El proyecto chileno no ha sido una simple adaptación local de una publicación internacional. Ha sabido construir su propio espacio, dialogando con la realidad social, política y cultural del país, integrando talentos, acompañando procesos de cambio, luchas ciudadanas y debates fundamentales para la democracia. En sus páginas se encuentran voces diversas, tanto de Chile como del mundo, unidas por la voluntad de comprender lo que sucede más allá del ruido mediático.
Muchos de los grandes pensadores contemporáneos —de Eduardo Galeano a Noam Chomsky— han encontrado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique una plataforma para difundir ideas que nos ayudan a interpretar las transformaciones de la globalización, las fragilidades de la democracia y los desafíos de la justicia social. Que esas voces hayan resonado en Chile durante estos veinticinco años es un logro que merece celebrarse.
Este aniversario es también una oportunidad para reconocer el esfuerzo colectivo detrás de cada edición: periodistas, editores, traductores, colaboradores, difusores, lectores fieles. Todas y todos han hecho posible que la revista sobreviva y crezca, incluso en un entorno adverso para los medios que se atreven a cuestionar. Le Monde Diplomatique edición chilena —última revista que ha conseguido sobrevivir en este país— es, en ese sentido, una lección de coherencia y de perseverancia.
Hoy, en vísperas de elecciones decisivas, cuando la sociedad chilena vive debates cruciales sobre su futuro, Le Monde Diplomatique mantiene intacta su vocación: ofrecer un periodismo que no se conforma con la superficie, que busca comprender las raíces de los problemas, que se atreve a imaginar alternativas. Esa es la razón por la cual este aniversario no es solo una celebración editorial: es también un recordatorio de la necesidad de espacios críticos para pensar y transformar el mundo.
Felicito, con gratitud y admiración, a Víctor Hugo de la Fuente, a su valiente equipo y a quienes han hecho posible esta aventura intelectual durante un cuarto de siglo. Que vengan muchos años más, porque la voz de Le Monde Diplomatique en Chile sigue siendo tan necesaria como el primer día.
- Ignacio Ramonet exdirector de Le Monde Diplomatique de 1990 à 2008. Fundador de ATTAC y de los Foros Sociales. Creador del eslongan Otro mundo es posible.
El Maipo/Le Monde Diplomatique