(Brasilia) La educadora y escritora Jussara Santos investiga cómo el racismo afecta hoy en Brasil el cuidado infantil en su libro-denuncia Democratización del regazo: Educación antirracista para y con bebés y niños pequeños.
Durante una entrevista con el portal Brasil de Fato y la radio del sitio, Santos relata cómo estas discriminaciones, incluso sutiles o naturalizadas, dejan huellas profundas y duraderas en la vida de niñas y niños negros desde sus primeros meses de vida.
«Los bebés negros son muy abandonados, reciben menos cariño y menos cargas», afirma.
Según la pedagoga, esta desidia impacta directamente en el desarrollo infantil.
Algunos tardan más en caminar por falta de estimulación. Otros, ante la cerencia de cariño, se desarrollan rápidamente por necesidad.
«William tiene solo ocho meses y ya ha empezado a caminar. Pero lloraba a gritos y nadie lo cogía. Así que se dio la vuelta», ejemplifica.
Las marcas del racismo en la primera infancia también se manifiestan en la forma en que otros pequeños reproducen la exclusión.
«El niño negro será el último elegido para jugar, el último en bailar en el festival de junio (festa junina). Si los adultos hacen esto, el niño blanco aprende que él también puede hacerlo», alerta la autora.
Santos llama además la atención sobre la forma en que los cuerpos de los niños negros son tratados con sospecha o incomodidad.
«El sudor del niño negro es molesto. Los profesores lo comentan. Pero, ¿quién, jugando al sol, no suda? Al cambiar pañales, la caca del niño negro siempre es comentada, marcada, expuesta. Es muy cruel. Una situación común a todas las personas, grandes y pequeñas, como si fuera absurda. Huellas silenciosas que perduran», denuncia.
La escritora señala que muchas de estas actitudes son reproducidas inconscientemente por los educadores, pero eso no las hace menos dañinas.
«Fuimos construidos a partir de una sociedad en la que el racismo es estructural. Las reiteradas decisiones que se les niegan a los bebés negros a menudo ni siquiera son percibidas por quienes los educan», observa.
Para Santos, estas experiencias no desaparecen con el tiempo, incluso si los niños no tienen recuerdos conscientes.
«El racismo puede no recordarse, porque son niños muy pequeños, pero deja huellas», insiste.
Basado en informes y observaciones de dos décadas de educación infantil, el libro es, según la autora, una convocatoria a que los bebés y niños negros recojan más que cuidados básicos: reciban afecto, reconocimiento y presencia.
«Es un llamado a que los bebés y niños negros sean abrazados», subraya.
El Maipo/PL