Hace 30 años
Tamaulipas en México presenta una larga tradición de emigración de su población rural a los Estados Unidos en busca de empleos agrarios. Hasta los años ochenta los trabajadores indocumentados tamaulipecos cruzaban la frontera sin muchas dificultades. Sin embargo, a partir de los años noventa (hace ya 30 años) y como resultado de una política de contención de la emigración irregular, el cruce de la frontera se torna más problemático por la militarización “para la disuasión” que se implementó (1).
Sin embargo, el resultado de esta estrategia no fue una reducción de los flujos migratorios, sino un desvío de los mismos hacia zonas desérticas de más difícil accesibilidad, con un incremento exponencial del costo económico y social de la emigración (2). Así, entre 1996 y 2003 la probabilidad de morir cruzando la frontera se multiplicó casi por ocho (3) (Izcara Palacios, 2006:96).
Peter Andreas (1999:598 y 2003:3) habla de un fracaso exitoso de esta estrategia de control fronterizo. El fracaso de la misma se evidencia en el crecimiento progresivo de la inmigración irregular; mientras que el éxito de ésta se refleja en la desviación de los cruces fronterizos fuera de la vista de las poblaciones urbanas. Como señala el autor, esta estrategia está siendo enormemente contraproducente, ya que ha contribuido a prolongar las estancias en Estados Unidos y a fortalecer las redes del tráfico de indocumentados (Andreas, 1998:82). El crecimiento del racismo y la xenofobia es consecuencia de las medidas adoptadas y sus consecuencias.
En los siguientes 30 años se implementaron esas medidas restrictivas en ese país que llevaron la migración irregular desde los 3.5 millones (1990) a oscilar entre los 11 millones de personas y los 12 millones actualmente. (Krogstad, Passel y Cohen, 2017)
Chile hoy
Chile -desde hace tiempo- se orienta enmarcado en la seguridad nacional y hoy se encuadra en la militarización de las fronteras para la disuasión, similar a la vista en EE.UU. en los años 90 del siglo pasado, con tan malos resultados y con el incremento muy importante de la irregularidad.
Otro aspecto que en la coyuntura motiva al gobierno chileno es el aumento de las bandas delictuales internacionales. A nivel interno se las combate eficazmente, como no se había visto antes. Aunque nunca es lo suficiente. La dificultad se encuentra en vincular estas bandas con la migración, porque si bien las bandas utilizan los flujos migratorios, para violentar a quienes se desplazan, secuestrarlos, cobrarles dineros por transitar, no podemos decir, ni siquiera creerlo, que son parte del flujo migratorio. No podemos porque tienen origen, objetivos y consecuencias sociales muy diferentes y contradictorias.
La migración aporta de diversas formas (4) a las sociedades de acogida e incluso a las de partida, mientras que la delincuencia internacional, daña a quienes migran y daña a las sociedades donde se enquista.
Este vínculo perverso de migración y delincuencia se establece de manera simbólica y se hace inconsciente cuando se utilizan militares en la frontera para combatir a personas desarmadas pero “peligrosas”, “posibles amenazas a la seguridad nacional”. Ahí comienza un camino de ilusiones perversas y falsas. Perversas porque afirman que fenómenos sociales (como la migración) deben combatirse con militares, y falsas, porque generan la idea errónea de que puede combatirse la irregularidad colocando militares en la frontera, cuando la evidencia dice lo contrario en mediano plazo.
Todos los indicios del presente, desde la ley N° 21325, sus reglamentaciones, las campañas anti-migrantes a lo largo de 4 años, que actualmente se continúa sin un relato diferente, los proyectos de ley impulsados desde el gobierno en el parlamento, nos muestran que Chile se orienta a una política de control migratorio “con rostro humano” en el discurso y represivo en los hechos. Se incrementará por tanto la xenofobia y el racismo si no se buscan soluciones innovadoras que realmente cambien la situación actual.
Nos preocupan las vidas de las personas que migran en esas condiciones hacia el país, nos preocupa el abordaje de los fenómenos sociales desde una óptica de control, y nos preocupan los resultados que tendremos en los 3 años siguientes, que serán de crecimiento de la irregularidad, de mantener mucho más de cien mil personas irregulares (que son trabajadores decentes) en condiciones favorables a la trata laboral o de otro tipo, por encontrarse sin sus papeles y privados del reconocimiento derechos.
Nos preocupa que la precarización de la vida de las personas trae acarreado otras dificultades, disfuncionalidades que no son beneficiosas para nadie y caldo de cultivo para acciones desesperadas ante tal marginación.
Si, nos preocupa Chile, porque sembrar miedo en la sociedad, no es sano, genera más rechazo a todo cambio futuro. La calidad de la migración de Chile, la quisieran los países desarrollados. No somos capaces de verla y la maltratamos por la falta de haber atravesado, una importante línea imaginaria por cualquier lado desde “un barrio” a otro. Es posible crecer juntos superando los prejuicios ya instalados. Chile puede.
Para El Maipo, Eduardo Cardoza, Coordinador del Movimiento de Acción Migrante en Chile, Red Nacional de Migrantes y Promigrantes de Chile.
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial El Maipo.
Notas
(1) Izcara Palacios, S.P. (2006), Militarización de la frontera e inmigración ilegal: los jornaleros tamaulipecos, Estud. front vol.10 no.20 Mexicali jul./dic. 2009.[Links]
(2) Andreas, P. (2003), A Tale of Two Borders: The US–Mexico and US–Canada Lines after 9–11, The Center for Comparative Immigration Studies, University of California, San Diego, Working Paper 77. [ Links ]
(3) Izcara Palacios, S.P. (2006), Infraclases rurales. Los trabajadores eventuales agrarios de Tamaulipas (México) y Andalucía (España), México, Plaza y Valdés. [ Links ]
(4) Sobre las contribuciones de la migración al desarrollo sostenible: estudios en países seleccionados (cepal.org)