Sábado, Diciembre 20, 2025

La izquierda chilena en su hora crucial: de dónde venimos y hacia dónde vamos. Por Álvaro Ramis Olivos

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La izquierda chilena atraviesa hoy su momento más complejo desde el retorno a la democracia. No se trata solo de un momento de tensión electoral, de un gobierno difícil o de una coyuntura adversa. Lo que está en juego es algo más profundo: el sentido histórico de su proyecto, su capacidad de ofrecer un horizonte reconocible de futuro y de volver a conectar con una mayoría social real.

Para entender cómo llegamos hasta aquí, es necesario mirar el camino recorrido desde 1990. Durante dos décadas, el ciclo de la Concertación operó como un reformismo pasivo: se ampliaron derechos, se redujo la pobreza y se estabilizó la democracia, pero no se transformaron las bases estructurales del modelo heredado de la dictadura. Fue una experiencia equivalente, en clave histórica, al Frente Popular de los años treinta y cuarenta: avances sociales importantes, pero dentro de los márgenes del orden existente. Ese ciclo se cerró simbólicamente con la llegada de Sebastián Piñera al poder en 2010.

Desde entonces, Chile ingresó a un ciclo pendular entre dos proyectos de modernización. Por un lado, la derecha impulsó una modernización sin reforma, centrada en crecimiento, eficiencia y mercado, sin redistribuir poder ni alterar el corazón del modelo. Por otro, los gobiernos de la Nueva Mayoría y posteriormente el de Gabriel Boric encarnaron un reformismo voluntarista: ambicioso en su programa, intenso en su gramática de cambio, relevante en políticas públicas, pero débil en su base social y en su capacidad de construir una nueva hegemonía.

Ese voluntarismo tuvo su apuesta mayor en el proceso constitucional. El rechazo del texto en 2022 no fue solo una derrota electoral: fue una derrota estratégica y cultural. Con él se agotó la principal narrativa de transformación que había ordenado a la izquierda desde el ciclo de movilizaciones iniciado en 2011 y potenciado por el estallido social de 2019.

Desde entonces, entramos en un momento de clivaje histórico. Se agotó la vía constituyente, pero también comenzó a resquebrajarse el proyecto de modernización sin reforma de la derecha. Hoy ninguno de los dos logra construir un nuevo consenso. La política se mueve entre la administración del malestar, el endurecimiento del discurso de seguridad y la ausencia de un relato de futuro con densidad social.

La gran pregunta es qué se abre ahora. De aquí a 2030 hay al menos tres riesgos evidentes: la consolidación de una derecha de orden y control social, un reformismo pragmático sin horizonte transformador, o una deriva hacia el populismo autoritario alimentado por la frustración y la descomposición del sistema de partidos. La cuarta posibilidad —la más difícil, pero también la única verdaderamente transformadora— es una rearticulación lenta y profunda de un nuevo proyecto de izquierda, con anclaje territorial, disputa cultural sostenida y reconstrucción de una mayoría social.

El problema de fondo es que la izquierda intentó transformar sin hegemonía. Apostó a un salto histórico sin haber construido previamente la correlación social y cultural que lo sostuviera. Cuando ese soporte falló, quedó expuesta la fragilidad del proyecto. Hoy, el riesgo es caer en la tentación del repliegue tecnocrático o en la pura administración de lo posible. Eso puede dar estabilidad momentánea, pero vacía de sentido a la política transformadora.

La crisis actual no se resolverá con un cambio de rostros ni con ajustes de gabinete. Lo que está en juego es algo más profundo: si la izquierda será capaz de volver a pensarse como proyecto histórico, más allá del ciclo electoral inmediato. Porque el verdadero dilema ya no es cómo ganar la próxima elección, sino para qué proyecto de país se quiere volver a disputar el poder.

Chile no está cerrado a una nueva transformación. Pero esa posibilidad ya no pasa por atajos ni por épicas instantáneas. Si algo ha dejado claro esta etapa es que sin reconstrucción social, cultural y territorial, no hay cambio posible. La historia volvió a poner a la izquierda frente a su pregunta más antigua y más incómoda: si está dispuesta a volver a empezar, esta vez sin voluntarismos, pero también sin renunciar a transformar.

Para El Maipo, Álvaro Ramis, Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

Nota: El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de sus autores, y no refleja necesariamente la línea editorial El Maipo.

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