Sábado, Diciembre 20, 2025

Eurasia en movimiento: el corredor Rusia-Irán-India y la nueva geopolítica de los cinco países del C5

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El primer tren de carga ruso llegó al puerto seco iraní de Aprin (cerca de Teherán) el 8 de noviembre desde una estación al norte de Moscú. Se trataba de un convoy de 62 contenedores que completó un viaje de 12 días y 900 kilómetros a través de Kazajistán y Turkmenistán. Lo que podría parecer un modesto éxito logístico, en términos geopolíticos, representa una reestructuración fundamental de la geografía comercial y el poder estratégico euroasiáticos.

Por Binoj Basnyat

El 6 de noviembre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibió a los líderes de las cinco naciones de Asia Central en la Casa Blanca para una cumbre C5+1, subrayando el renovado compromiso de Washington con la región.

Los debates se centraron en la profundización de la cooperación económica, el fortalecimiento de la seguridad energética y la mejora del acceso a minerales críticos, prioridades clave en un momento en que Estados Unidos busca fortalecer su presencia regional en medio de la creciente competencia de China y Rusia.

Tan solo dos días después, el primer tren de carga ruso llegó al puerto seco iraní de Aprin (cerca de Teherán) el 8 de noviembre, procedente de una estación al norte de Moscú. Se trataba de un convoy de 62 contenedores que completaba un viaje de 12 días y 900 kilómetros a través de Kazajistán y Turkmenistán. Lo que podría parecer un modesto éxito logístico, en términos geopolíticos, representa una reestructuración fundamental de la geografía comercial y el poder estratégico euroasiáticos.

Esta ruta, que evita los puntos críticos controlados por Occidente, pone en funcionamiento un segmento vital del Corredor de Transporte Norte-Sur (NSTC) e integra a los cinco estados del Asia central (Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Kirguistán y Tayikistán) en la matriz evolutiva de la conectividad euroasiática post-occidental.

Un nuevo mapa del poder y el comercio

Desde el conflicto de Ucrania y las sanciones occidentales, Moscú ha impulsado una agresiva diversificación de sus rutas comerciales para reducir su dependencia de Europa. La nueva línea de carga —que conecta Rusia con Irán a través de Kazajistán y Turkmenistán— establece una conexión terrestre directa entre el corazón de Rusia y el Golfo Pérsico. Para Irán, aislado durante mucho tiempo por las sanciones, el corredor refuerza su soberanía económica al integrarlo en las cadenas logísticas continentales que unen el Caspio con el Océano Índico.

Para Asia Central y del Sur, no se trata solo de comercio, sino de centralidad estratégica. La región se ha convertido repentinamente en el puente terrestre indispensable que conecta las economías del norte de Eurasia con los mercados del sur y el oeste. Ofrece un punto de convergencia excepcional donde convergen la necesidad estratégica rusa, la ambición iraní, la rivalidad china, las aspiraciones indias y el pragmatismo centroasiático.

Rusia e Irán: Las sanciones como catalizador del realineamiento

La convergencia entre Moscú y Teherán es un ejemplo de cómo la adversidad fomenta la innovación estratégica. Ambas naciones han sido sometidas a extensas sanciones occidentales, lo que las ha obligado a crear corredores a prueba de sanciones y nuevos mecanismos financieros independientes del dólar. El corredor que atraviesa los cinco países del C5 representa, por lo tanto, un ecosistema logístico resiliente, difícil de perturbar ante la presión occidental.

Esta alineación no se limita al transporte; se enmarca en un marco más amplio de cooperación euroasiática en el marco de la Unión Económica Euroasiática (UEE), la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y el grupo Brasil-Rusia-India-China-Sudáfrica Plus (BRICS+), del que Rusia e Irán son ahora miembros clave. El nuevo corredor materializa esta estrategia multipolar: una alternativa terrestre a la globalización marítima, históricamente dominada por las potencias occidentales.

El NSTC, concebido en su momento como una ruta complementaria, se está convirtiendo en una arteria estratégica de un nuevo orden mundial. Con la llegada de este tren, Rusia e Irán envían un mensaje claro: el corazón de Eurasia puede sustentar el comercio, el crecimiento y la coordinación política independientemente del sistema transatlántico.

Los Estados C5 en la encrucijada de la competencia multipolar

Las cinco repúblicas de Asia Central, consideradas durante mucho tiempo el patio trasero de Rusia o la frontera de China, se encuentran ahora en la intersección de múltiples proyectos estratégicos: el NSTC de Rusia, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China y los esfuerzos occidentales por reactivar la conectividad transcaspiana. Cada estado del C5 debe ahora equilibrar su estrategia diplomática: dialogar con Moscú y Pekín sin distanciarse de Washington, Nueva Delhi ni Bruselas.

Kazajstán: La puerta del norte

Kazajistán emerge como el beneficiario inmediato del nuevo corredor. Su red ferroviaria bien desarrollada y su contigüidad geográfica lo convierten en el punto de referencia norte del NSTC. Para Astaná, esta diversificación aumenta su influencia estratégica, permitiéndole beneficiarse de los flujos comerciales este-oeste (China-Europa) y norte-sur (Rusia-Irán-India).

La tradicional “diplomacia multivectorial” de Kazajstán adquiere nueva sustancia: ahora puede actuar como una fuerza de equilibrio entre Rusia, China y Occidente, al tiempo que monetiza su geografía de tránsito.

Turkmenistán: El puente neutral

El papel de Turkmenistán es igualmente crucial. Tradicionalmente aislacionista y neutral, Asjabad se ha convertido en el puente terrestre fundamental que conecta el sistema ferroviario de Kazajistán con el de Irán. Para Turkmenistán, este corredor promete no solo ingresos por tránsito, sino también una renovada relevancia regional.

También refuerza su ambición de servir como centro logístico neutral que pueda conectar los puertos del Caspio al oeste con el Cáucaso y Europa, si el clima geopolítico lo permite.

Uzbekistán: El equilibrador y el innovador

Uzbekistán, aunque no se encuentra directamente en esta ruta, buscará conectarse a ella mediante ramales a través de Turkmenistán y Afganistán. La política de “regionalismo abierto” del presidente Shavkat Mirziyoyev concibe a Taskent como el eje económico de Asia Central. El acceso a los puertos iraníes de Chabahar y Bandar Abbas —y, a través de ellos, al océano Índico— ofrecería a Uzbekistán una alternativa a las salidas controladas por China o Rusia.

Kirguistán y Tayikistán: los integradores periféricos

Para Kirguistán y Tayikistán, los beneficios indirectos provienen de la integración regional, el transporte energético y las entradas de inversión vinculadas a nuevos proyectos ferroviarios y viales. Su participación en los marcos de la OCS y la BRI complementa la red logística norte-sur, aun cuando su geografía y su limitada infraestructura restringen la participación inmediata.

El camino del equilibrio de la India: navegando entre Washington, Moscú y Pekín

Para la India, la profundización de la participación estadounidense en Asia Central presenta tanto oportunidades como desafíos. Por un lado, una alineación estratégica más estrecha con Washington ofrece a Nueva Delhi acceso a tecnologías avanzadas, cooperación en defensa y una posición más sólida para contrarrestar la influencia de China en los corredores del Indopacífico y Euroasiático.

Las iniciativas estadounidenses en materia de minerales críticos y seguridad energética también complementan los propios esfuerzos de la India por diversificar las cadenas de suministro y reducir la dependencia de regiones inestables.

Sin embargo, esta asociación conlleva complicaciones: las prioridades estadounidenses en la región no siempre se alinean perfectamente con la autonomía estratégica de largo plazo de la India, en particular con respecto a Irán y Rusia, dos países con los que India mantiene vínculos pragmáticos.

La interacción de Estados Unidos con Pakistán también marca un cambio respecto a su postura anterior de priorizar a la India. Equilibrar estas relaciones y, al mismo tiempo, impulsar su propia influencia regional pondrá a prueba la destreza diplomática de la India en el cambiante panorama geopolítico.

El C5 y el arte de la diplomacia multivectorial

Para los cinco estados, el mayor activo no reside en alinearse plenamente con una sola potencia, sino en maximizar la conectividad preservando la autonomía. El corredor otorga a los C5 influencia, una moneda de cambio en sus relaciones con Moscú, Pekín y Washington por igual.

Ésta es la esencia de la diplomacia multivectorial, iniciada por Kazajstán y ahora adoptada en toda la región: mantener la equidistancia, promover la cooperación regional y aprovechar la geografía para obtener beneficios políticos y económicos.

Sin embargo, esta postura también conlleva complejidad. La dependencia excesiva de las rutas de tránsito rusas o iraníes podría generar vulnerabilidades si se endurecen los regímenes de sanciones o si cambia la dinámica de poder. Equilibrar esto con la participación en iniciativas occidentales e indopacíficas, como la Ruta de Transporte Internacional Transcaspiana (TITR) y el Corredor India-Oriente Medio-Europa (IMEC), será esencial para evitar una trampa estratégica.

El renovado compromiso de Estados Unidos: corredores en competencia

El supuesto reencuentro de Trump con los jefes de gobierno del C5 refleja la comprensión de Estados Unidos de que no se puede ignorar el corazón de Eurasia. Washington busca contrarrestar el emergente triángulo Rusia-China-Irán ofreciendo inversiones, infraestructura digital y alianzas energéticas.

Sin embargo, Estados Unidos enfrenta desventajas estructurales: falta de contigüidad, presencia logística comercial limitada y la percepción de que su participación es episódica y reactiva.

Para ser eficaz, la política estadounidense debería centrarse en construir cadenas de suministro resilientes y promover la conectividad impulsada por el sector privado, en lugar de posturas puramente militares o basadas en sanciones. Sin embargo, para la mayoría de los líderes de Asia Central, los corredores occidentales siguen siendo promesas, mientras que los proyectos rusos y chinos llegan con financiación e infraestructura física.

Una revolución euroasiática silenciosa

Más allá de la logística inmediata, este nuevo corredor Rusia-Irán representa la cristalización de un orden euroasiático posoccidental. Encapsula tres tendencias principales:

Uno – Integración resistente a las sanciones: Rusia e Irán están creando arterias económicas inmunes al control occidental, desde rutas comerciales hasta sistemas de liquidación financiera en monedas locales.

Dos — Conectividad multipolar: Los estados C5 se están transformando desde espacios periféricos a conectores estratégicos en una red de globalización centrada en la tierra.

Tres — Erosión del dominio marítimo occidental: las rutas terrestres están reemplazando cada vez más al comercio marítimo controlado por las potencias occidentales, lo que está transformando las cadenas de suministro desde Europa hasta el sur de Asia.

Estos acontecimientos tienen implicaciones a largo plazo. La cuenca del Caspio y Asia Central, antes consideradas zonas de amortiguamiento, se están convirtiendo en importantes centros de tránsito y diplomáticos. La creciente cooperación entre Moscú y Teherán también podría acelerar la integración de los BRICS+, con Asia Central desempeñando el papel de puente logístico entre Rusia, Irán, India y China.

Riesgos y oportunidades

Si bien las oportunidades son evidentes —mayor comercio, ingresos por tránsito e influencia geopolítica—, también existen riesgos de dependencia y extralimitación. El peso económico de Rusia sigue siendo significativo, y la posición internacional de Irán es incierta ante las presiones internas y externas.

Por lo tanto, los Estados de Asia Central deben diversificar sus asociaciones, modernizar los sistemas aduaneros y garantizar que los corredores no se conviertan en canales de dominación.

Además, la cooperación regional entre los C5 sigue siendo desigual. Sin un marco colectivo coherente, los Estados individuales podrían negociar de forma aislada, socavando así su capacidad de negociación colectiva. Un enfoque coordinado de los C5 para la conectividad euroasiática podría transformarlos de estados de tránsito pasivos en artífices activos de la integración continental.

El camino por delante

El tren de carga inaugural de Rusia a Irán, vía Kazajistán y Turkmenistán, es mucho más que una proeza de ingeniería. Es una declaración de intenciones estratégicas: la manifestación de una nueva geometría de poder euroasiática.

En este panorama en evolución, las naciones del C5 ya no carecen de litoral; ahora están conectadas por tierra. Sus decisiones —cómo equilibrar el atractivo estratégico de Rusia, la influencia económica de China y la reactivación de Occidente— definirán el futuro del orden euroasiático.

A medida que surgen nuevos corredores a través de la estepa, el desierto y las costas del Caspio, una verdad sobresale: el futuro de la conectividad global ya no es marítimo ni occidental. Es continental, multipolar y decididamente euroasiático, con el C5 como su núcleo estratégico.

Binoj Basnyat, analista de asuntos estratégicos con sede en Katmandú.

El Maipo/BRICS

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