(Brasilia) El técnico italiano Carlo Ancelotti anunció cambios clave en la selección brasileña de fútbol para enfrentar hoy a Paraguay en el estadio Neo Quimica en Sao Paulo y así evitar que crezcan dudas sobre su liderazgo.
El cotejo no será solo otro capítulo más en el camino de Brasil rumbo a la Copa del Mundo 2026, sino una prueba de fuego para el entrenador más laureado del fútbol europeo que ahora enfrenta los rigores, las urgencias y las pasiones incontrolables de la llamada religión nacional.
Tras un debut gris contra Ecuador —donde la Verdeamarelha fue segura atrás, pero inerte adelante y empató a cero—, el expreparador del afamado Real Madrid decidió hacer mudanzas en las piezas del tablero.
El ingreso de Raphinha y Matheus Cunha responde a una necesidad inmediata: la Canarihna no puede volver a igualar sin goles, menos aún ante un Paraguay que viene en proceso de reconstrucción, pero que conserva su garra histórica.
La ausencia de Gerson en favor de Martinelli implicaría una apuesta por la verticalidad, aunque podría desnudar al mediocampo si Casemiro y Bruno Guimarães no se duplican. Aun así, el mensaje es claro: Ancelotti quiere fútbol de ataque, asociaciones dinámicas y presión alta.
Un fracaso no significaría el fin del italiano, pero sí encendería las primeras alarmas.
Pese a que no está en juego la clasificación inmediata al Mundial, sí algo más intangible: la confianza popular y la credibilidad del nuevo proyecto.
Ancelotti llegó con la promesa de devolverle a Brasil su estampa de potencia temida, no solo efectiva. No se le pide triunfos a cualquier precio, sino emocionar.
De ganar podrá dormir tranquilo y empezar a escribir su narrativa gloriosa. Porque en el gigante sudamericano todo es cuestión de momentos: hoy puedes ser cuestionado, mañana aclamado como salvador.
Si la pentacampeona mundial cae este martes en casa, la prensa será implacable y el entorno comenzará a preguntarse si el técnico extranjero puede realmente interpretar el alma brasileña, algo que va más allá del sistema táctico.
Es el eterno dilema del fútbol-arte frente al fútbol-industria.
El Maipo/PL