En su discurso a la Unión, el pasado 4 de febrero del 2023, el presidente Biden, se olvidó de neoliberales y globalizadores y optó por el nacionalismo proteccionista. El expresidente Obama debe estar molesto, lo mismo que Bush y Clinton, quienes impusieron el libre comercio al mundo entero.
Como en política internacional no existen principios, sino sólo intereses Biden, le dice hoy al mundo que los intereses de Estados Unidos han cambiado:
“Compraremos productos estadounidenses para asegurarnos que todo, desde la cubierta de un portaaviones hasta el acero en las barandillas de las autopistas se fabriquen en los Estados Unidos”.
Agrega, que renacerá el orgullo norteamericano con el sello “fabricado en Estados Unidos”, en “lugar de confiar en las cadenas de suministro extranjeras”.
Finalmente, para perplejidad de los empresarios chilenos, que tenían alguna esperanza de aprovechar el capítulo de Compras Gubernamentales en el TLC con los Estados Unidos, el presidente Biden agrega:
“Esta noche también anuncio nuevas normas para exigir que todos los materiales de construcción utilizados en los proyectos federales de infraestructura sean fabricados en Estados Unidos: madera, vidrio, paneles de yeso y cables de fibra óptica” (Discurso de Biden a la Unión, 04-02-2023).
Un año antes, el 1º de marzo 2022, también en Informe a la Nación, el presidente Biden, invitaba al fortalecimiento de la economía nacional, con una fuerte participación del Estado.
Mencionó que el acero sería fabricado en Estados Unidos y que se realizarán millonarias inversiones para crear nuevas fábricas de microchips, con subvenciones tanto a las empresas que produzcan tecnología verde en suelo americano, como a los consumidores que compren vehículos eléctricos hechos en Estados Unidos.
La política de Biden de reindustrializar la economía, sobre la base del dirigismo estatal, para avanzar hacia una economía autosuficiente y recuperar el liderazgo tecnológico frente a China constituye una modificación radical de las reglas del juego que impuso Estados Unidos hace treinta años. Ahora: no más globalización; no más libre comercio. La consigna es similar a la del presidente Trump: “Made America Great”.
El reemplazo del liberalismo por la planificación estatal apunta a evitar la mudanza de empresas, asegurar el autoabastecimiento para un listado de actividades que cubren casi todo el espectro productivo y mantener la ventaja tecnológica.
Frente a la crítica europea por el nuevo proteccionismo norteamericano, Biden replicó con soberbia, en su reunión con los sindicatos de Springfiel:
“Estamos siendo criticados internacionalmente por centrarme demasiado en Norteamérica. Al infierno con eso. La cadena de suministros va a comenzar en América; no terminará en América” (27-02-2023)
También en la Unión Europea se manifiestan tendencias proteccionistas. Su presidente, Jean Claude Juncker, adoptó el lema “Una Europa que protege”, señalando su intención de proteger a las empresas europeas del avance de las multinacionales digitales estadounidenses y de los fabricantes chinos. Este giro proteccionista se aceleró a partir de los aranceles que aplicó Trump en el 2018 a la Unión Europea sobre el aluminio (25%) y el acero (10%), además de Canadá y México.
Por otra parte, el confuso estado de la Organización Mundial del Comercio (OMC) pone de manifiesto la crisis del libre comercio y el fracaso del proyecto de crear un mercado mundial basado en normas comunes negociadas a nivel multilateral.
En suma, independientemente de colores políticos, la apertura incondicional e integración del comercio mundial, que ha dominado las últimas tres décadas, está abriendo paso a una visión diferente de la economía, en la que las necesidades de desarrollo local y la defensa de las industrias estratégicas vuelven a cobrar importancia. El proteccionismo ha renacido.
Frente a esta nueva realidad internacional sorprende el conservadurismo de economistas, empresarios y políticos chilenos, a quienes les cuesta comprender la urgencia de modificar el modelo productivo, con énfasis en la industrialización de los recursos naturales. Ello exige, además, redefinir la apertura comercial indiscriminada, así como algunas reglas de los Tratados de Libre Comercio.
Por ello, han llamado la atención los destemplados ataques contra el Subsecretario Económico de la Cancillería, José Miguel Ahumada, quien ha intentado con sus “side letters” renegociar el capítulo de resolución de controversias del TPP11. Más adelante, seguramente, no sólo nuestro país, sino muchos otros deberán renegociar distintos capítulos de los tratados de libre comercio. En el marco del nuevo proteccionismo, en curso, la modificación de los TLC no será ninguna tragedia, sino una necesidad ineludible.
Por Roberto Pizarro Hofer – Colaborador de El Maipo
Nota: El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial El Maipo.