Domingo, Diciembre 21, 2025

El nuevo sistema de pagos de los BRICS transforma el poder global

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El mundo está viviendo un reequilibrio financiero y geopolítico que habría parecido inimaginable hace una década. Hace apenas unos días, los países BRICS lanzaron un sistema internacional de liquidación de pagos que ahora afirma tener alcance en aproximadamente 185 países, una red lo suficientemente extensa como para rivalizar con el dominio global que SWIFT ostentaba sin rival.

Por Donovan Martin Sr.

El mundo está viviendo un reequilibrio financiero y geopolítico que habría parecido inimaginable hace una década. Hace apenas unos días, los países BRICS lanzaron un sistema internacional de liquidación de pagos que ahora afirma tener alcance en aproximadamente 185 países, una red lo suficientemente extensa como para rivalizar con el dominio global que SWIFT ostentaba sin rival. Para muchos, este desarrollo se considera una mejora técnica, simplemente una opción más en las finanzas globales. En realidad, supone un desafío estructural directo a la circulación del dinero, el funcionamiento de las sanciones y el ejercicio del poder global. Se trata de un rediseño del entramado financiero mundial con profundas implicaciones políticas.

Para comprender la magnitud del anuncio de los BRICS, primero hay que entender qué es realmente SWIFT.

El sistema SWIFT, creado en la década de 1970, no es un banco ni almacena dinero. Es la columna vertebral de la mensajería segura que permite a los bancos comunicar instrucciones de pago a través de las fronteras. Si un banco en Argentina quiere pagar a un banco en Japón, o si un importador en Ghana compra maquinaria de Alemania, las instrucciones casi con certeza se procesan a través de SWIFT. Es un sistema estandarizado, confiable e integrado en la economía global. Debido a su importancia crucial, negarle el acceso a SWIFT supone una asfixia económica. Países como Irán y Rusia han experimentado en carne propia lo que significa estar desconectado de esta red: su capacidad para recibir pagos, comerciar internacionalmente o incluso acceder a sus propias reservas de divisas puede verse repentinamente restringida.

Por eso, SWIFT se convirtió no solo en una herramienta financiera neutral, sino en un mecanismo de control geopolítico. Las potencias occidentales descubrieron que podían congelar activos, bloquear bancos o presionar a gobiernos simplemente cortándoles el acceso a SWIFT o amenazando con hacerlo. El sistema se convirtió en una forma de coerción financiera, una forma de castigar a los países que no se alineaban con las políticas occidentales. Cuando se congelaron cientos de miles de millones de dólares en activos rusos, los países más pequeños observaron el momento con alarma. Si esto podía hacerse con una potencia nuclear con influencia mundial, ¿qué impediría que se hiciera con cualquier otra?

El mecanismo de liquidación de los BRICS está diseñado como la respuesta a ese temor. Desarrollado principalmente a partir de la infraestructura financiera china y vinculado cada vez más al renminbi, el sistema permite a los países liquidar transacciones comerciales fuera de SWIFT. Las naciones que se unen al sistema pueden operar utilizando sus propias monedas o el yuan, prescindiendo por completo del dólar. La escala de adopción —casi 185 países con acceso— significa que ya no es un proyecto experimental. Es una red de pagos global paralela. Es la primera alternativa creíble a SWIFT en la historia financiera moderna.

Para muchos países, el argumento económico por sí solo es sólido. Liquidar el comercio en dólares estadounidenses requiere mantener grandes reservas de moneda extranjera. También implica pagar comisiones de conversión y estar expuesto a las fluctuaciones de la liquidez del dólar, las tasas de interés y el riesgo político. Durante décadas, los países no tuvieron otra opción. El dólar era la moneda de compensación mundial; SWIFT era el oleoducto. El sistema BRICS rompe ese monopolio. Si un país puede pagar el petróleo, la maquinaria, el trigo, los fertilizantes o los productos electrónicos en su propia moneda o en yuanes, reduce costos, reduce la dependencia y se aísla de la presión geopolítica.

Pero el aspecto más descuidado son los datos. Cada vez que se realiza una transacción a través de SWIFT, se genera información: códigos de productos básicos, tamaño de las transacciones, patrones de envío, flujos de divisas. Estos datos, al agregarse a lo largo de los años, se convierten en inteligencia. Revela pronósticos agrícolas, producción industrial, relaciones comerciales y vulnerabilidades en la cadena de suministro. Se convierte en una herramienta para predecir los mercados e incluso anticipar el comportamiento político. Las instituciones financieras, los gobiernos occidentales y las grandes corporaciones han dependido durante mucho tiempo de estos flujos de datos para tomar decisiones.

Si el comercio comienza a circular a través de un canal de liquidación de los BRICS, esa información no fluye hacia los análisis occidentales. Permanece en manos de los socios comerciales. Esto supone una erosión directa de una ventaja discreta pero poderosa que Occidente ha disfrutado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Es la primera vez que volúmenes significativos de comercio global pueden gestionarse bajo una estructura de datos que Washington, Londres, Bruselas y las principales instituciones financieras occidentales no pueden visualizar automáticamente.

La importancia es aún mayor al considerar la vulnerabilidad. Cuando se congelaron las reservas rusas, se bloquearon los bancos iraníes y se enredaron los activos extranjeros de Libia y Venezuela en tribunales extranjeros, el mensaje al resto del mundo fue inequívoco. El acceso a su propio dinero es condicional. Puede revocarse. Puede retenerse. Puede controlarse mediante decisiones que no tienen nada que ver con la política interna. Los pequeños Estados, especialmente aquellos con antecedentes de colonialismo o interferencia extranjera, lo comprendieron mejor que nadie. Se dieron cuenta de que el sistema financiero global nunca fue verdaderamente neutral: era una infraestructura política.

El sistema de pagos de los BRICS les ofrece una opción.

No resuelve todos los problemas ni garantiza inmunidad ante sanciones, pero reduce la capacidad de Occidente para aislar completamente a una nación. Si un pequeño estado caribeño o africano sabe que sus reservas y comercio pueden liquidarse al margen de la supervisión estadounidense y europea, obtiene una influencia que nunca antes había tenido. Gana margen de negociación. Gana soberanía.

No sorprende que muchos de los países excluidos del sistema BRICS estén estrechamente alineados con los gobiernos occidentales o carezcan de la infraestructura necesaria para participar. La ausencia de unas pocas naciones no cambia la realidad general: el mundo cuenta ahora con dos vías financieras. Una está respaldada por décadas de dominio occidental y la supremacía del dólar. La otra está emergiendo y expandiéndose a una velocidad notable. La presencia de 185 países participantes o accesibles hace que el sistema sea demasiado grande como para ignorarlo y descartarlo como simbolismo político.

La implicación más profunda de este cambio no es simplemente la diversificación monetaria, sino la descentralización geopolítica. El dólar estadounidense ha sido una de las herramientas de política exterior más poderosas jamás creadas. Ha permitido a Estados Unidos y a sus aliados ejercer influencia, recompensar la obediencia y castigar la rebeldía sin disparar un tiro. Si una parte significativa del comercio mundial comienza a moverse fuera de los canales del dólar, esa influencia disminuye. Si los países comienzan a almacenar reservas en yuanes o en sus propias monedas en lugar de dólares, los bancos occidentales pierden depósitos, los mercados occidentales pierden liquidez y los gobiernos occidentales pierden parte de su influencia.

Este momento marca un punto de inflexión. No se trata de un colapso del dólar, sino de un debilitamiento de la idea de que el mundo debe depender de un único sistema financiero. La red de asentamientos de los BRICS es el primer intento real de construir algo multipolar, algo que no pueda ser desmantelado por un comité o una lista de sanciones. Restablece un grado de equilibrio ausente durante décadas.

En definitiva, la historia es simple. Los países quieren comerciar sin miedo. Quieren tener dinero sin preocuparse de que se congele. Quieren comprar y vender sin ser monitoreados, juzgados ni presionados. El sistema de pagos de los BRICS no es solo una herramienta financiera. Es una declaración de que el mundo ya no está preparado para vivir bajo una única autoridad financiera. Es un punto de inflexión en la arquitectura del poder global y el comienzo de una nueva era financiera multipolar.

El Maipo/BRICS

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