Hoy, en mi revisión matutina de medios, me encontré con la columna de Pierina Ferretti en la edición chilena de El País.
La investigadora, Presidenta de la Fundación Nodo XXI, subraya que comprender a quiénes votaron por Franco Parisi es una de las claves para descifrar el mapa político de este ciclo electoral. Según su análisis, ese universo no responde a las categorías tradicionales de la sociología política chilena: se trata de un Chile popular emergente, compuesto por familias que lograron superar la pobreza, pero que viven bajo la sombra constante de volver a caer. Es un electorado frágil, móvil y profundamente desconfiado del sistema político.
Ferretti describe a estas sectores sociales como clases medias nuevas, altamente endeudadas y extremadamente sensibles a cualquier evento inesperado —una enfermedad, un despido, un mal mes— que pueda arrastrarlas nuevamente a la precariedad. Son ciudadanos cuyo horizonte cultural no dialoga con el de las clases medias tradicionales ni con las élites. Por el contrario, han construido un mundo simbólico propio: autos tuneados, exhibición orgullosa de bienes, viajes y logros, consumo aspiracional y una fuerte orientación hacia el emprendimiento como vía de autonomía económica.
Este electorado encarna un tipo de ciudadanía que se mueve en los márgenes de las seguridades históricas: no termina de confiar ni en el mercado ni en el Estado. Lo animan lógicas híbridas. Reconoce el valor de políticas públicas como la PGU, la gratuidad en educación o el copago cero, pero también adopta una ética del “rascarse con las propias uñas”, alimentada por la fragilidad que dejó al descubierto la pandemia. Son trabajadores que combinan labores formales con emprendimientos, comercio informal o actividades por redes sociales para sostenerse mes a mes. Un Chile que exige respuestas rápidas, prácticas, sin retórica ni ideologismos.
Ese es el Chile que vota por Parisi: un mundo popular que dejó atrás la pobreza con esfuerzo, que teme retroceder y que vive en permanente estado de alerta económica. Un Chile que quiere “hacerla”, que cree menos en la promesa de movilidad del empleo formal y que ha encontrado en el emprendimiento —tradicional y digital— un camino propio para sobrevivir y ascender. Es el país del “Reinvéntate”, del “hazlo tú mismo”, del “no esperes nada de los cuicos”, del que exigió retirar sus fondos previsionales porque necesitaba liquidez inmediata para llegar a fin de mes o armarse para emprender.
Es también un Chile que resiente los abusos del 1% más rico y que mira con creciente desconfianza a una elite política que siente lejana, autorreferente y ajena a su realidad cotidiana. Y, sin embargo, es un Chile que depende profundamente de los pilares públicos que le permiten sostener la cabeza fuera del agua: la atención primaria de salud, la educación gratuita, los subsidios, las transferencias estatales. Una mezcla de autonomía orgullosa y dependencia pragmática que la política institucional aún parece no comprender del todo.
Ese Chile emergente, desconfiado y contradictorio, será decisivo en esta segunda vuelta. Y es hacia él donde la política —especialmente el progresismo— debe volver su mirada. Porque en esas franjas sociales se juega algo más profundo que una elección: se juega la capacidad de interpretar a un país que ya no se reconoce en los viejos relatos y que exige, con urgencia, ser tomado en serio.
La gran diferencia—entre quienes votaron por Jeannette Jara y quienes lo hicieron por Parisi en la primera vuelta— no radica tanto en su origen social ni en sus objetivos como en la forma en que creen conquistarán sus anhelos y demandas. Los primeros creen en mecanismos colectivos para asegurar derechos; los segundos confían más en la fuerza individual y en la flexibilidad del emprendimiento. Pero ambos comparten un punto neurálgico: el cansancio frente a los abusos del poder y el orgullo de pertenecer a un país popular que se abrió camino sin pedir permiso.
Ambos son pueblo trabajador que busca un mejor vivir y para eso deben superar la cancha desigual que ofrece inclinar aun más la ultraderecha.
Ambos valoran el esfuerzo y mérito como factor que legitima los logros y no los privilegios que vienen de la cuna. En eso se parecen Jara y Parisi y se alejan definitivamente de Kast.
En la encrucijada que plantea la segunda vuelta de este 14 de diciembre, la centro izquierda ¿se atreverá a cruzar esta calzada y hablar cara a cara con los votantes de Parisi?
Miguel Jara Gómez, colaborador y miembro del equipo de El Maipo (elmaipo.cl), es antropólogo social, magister en Educación y Comunicador Social, Coordinador Paritario del Comité de Migraciones del Frente Amplio.



