Ha transcurrido un año desde que Egipto izó oficialmente su bandera dentro del grupo ampliado BRICS, marcando la transición de El Cairo de un mero observador a un socio activo en un bloque que representa más de la mitad de la población mundial y casi el cuarenta por ciento de la producción económica mundial. Esta adhesión no fue un gesto simbólico; marcó el punto de partida de una política exterior y económica renovada.
Por Hatem Sadek
Ha transcurrido un año desde que Egipto izó oficialmente su bandera dentro del grupo ampliado BRICS, marcando la transición de El Cairo de un mero observador a un socio activo en un bloque que representa más de la mitad de la población mundial y casi el cuarenta por ciento de la producción económica mundial. Esta adhesión no fue un gesto simbólico; marcó el punto de partida de una política exterior y económica renovada, basada en la diversificación, el equilibrio y la autonomía estratégica, posicionando a Egipto como un actor líder capaz de forjar su propio destino en un mundo multipolar.
Durante el último año, los beneficios tangibles de la membresía se han hecho cada vez más evidentes en múltiples dimensiones: económica, estratégica y de investigación. Numerosas iniciativas de investigación egipcias han obtenido financiación conjunta con Rusia, China, India y Brasil en campos como la inteligencia artificial, las energías limpias, la biotecnología y las industrias avanzadas. Estas iniciativas van más allá del apoyo financiero e incluyen programas conjuntos de capacitación, intercambio de conocimientos y transferencia de tecnología, todos diseñados para fortalecer las capacidades nacionales y preparar a las generaciones más jóvenes para un mercado laboral global en rápida evolución.
En el ámbito financiero, el Banco Central de Egipto ha ampliado los acuerdos de swap de divisas con Pekín, Moscú y Nueva Delhi, aumentando la proporción del comercio liquidado en libras, yuanes, rublos y rupias egipcias a más de un tercio del total de transacciones con los países BRICS. Esto no solo ha ahorrado a Egipto miles de millones de dólares que antes gastaba en dólares estadounidenses, sino que también ha reducido su dependencia de la volatilidad de los mercados cambiarios internacionales, mejorando así la estabilidad financiera y la resiliencia del país ante las crisis económicas internacionales.
En cuanto a los grandes proyectos de infraestructura, el Nuevo Banco de Desarrollo ha desempeñado un papel fundamental al otorgar préstamos concesionales para iniciativas estratégicas, desde el desarrollo y la expansión de la capacidad logística del Puerto de Alejandría hasta la extensión de la red de metro de El Cairo a las zonas suburbanas. Simultáneamente, se han acelerado las obras de la central nuclear de Dabaa, con el apoyo de la financiación concesional rusa y la colaboración de expertos internacionales. Estos proyectos no son meros logros físicos; constituyen la columna vertebral de la reestructuración económica de Egipto, impulsando la industria manufacturera local y mejorando la infraestructura capaz de respaldar el comercio internacional.
A nivel regional, Egipto ha aprovechado su ubicación estratégica para consolidarse como la puerta de entrada de África al BRICS, como lo demuestran los nuevos acuerdos para la exportación de productos farmacéuticos y agrícolas a través de corredores comerciales que atraviesan India, Brasil y Sudáfrica, con especial atención a los bienes de alto valor añadido. Esto demuestra que la membresía va más allá del impulso a la economía nacional, posicionando a Egipto como un enlace central entre Asia, América Latina y África, y consolidando su papel como centro estratégico del comercio global.
La experiencia egipcia ha demostrado la capacidad del país para lograr un delicado equilibrio estratégico. En lugar de romper lazos con Occidente, El Cairo ha transformado su pertenencia a los BRICS en una poderosa moneda de cambio con todas las partes. Este equilibrio ha permitido un mayor apoyo del Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea, además de nuevas oportunidades hacia Oriente y el Sur Global, lo que demuestra el éxito de una estrategia de compromiso multipolar diseñada para salvaguardar los intereses de Egipto sin alinearse exclusivamente con ningún bloque.
De cara al futuro, la membresía podría impulsar un avance sustancial en el desarrollo si se implementan diversas iniciativas estratégicas: establecer zonas industriales conjuntas a lo largo del corredor del Canal de Suez que sirvan como centros de manufactura y exportación; lanzar un fondo BRICS-Egipto para apoyar a las empresas emergentes y la innovación nacional; y desarrollar una canasta de monedas compartida para reducir los costos de financiamiento y mejorar la autonomía financiera. Además, la integración de soluciones fintech y la transformación digital en proyectos importantes aumentará la eficiencia económica y reducirá la dependencia de los sistemas convencionales, lo que permitirá a Egipto competir a nivel regional y global con mayor agilidad.
En el ámbito social, la inversión en educación y formación profesional constituye la piedra angular de la nueva estrategia BRICS+ de Egipto. Más allá de los grandes proyectos de infraestructura, el Estado aspira a formar una nueva generación de ingenieros, técnicos y expertos capaces de participar en las cadenas de valor globales. Programas integrales de formación, colaboraciones universitarias e institutos técnicos especializados en energías limpias y biotecnología están transformando el conocimiento en un auténtico instrumento de empoderamiento y autonomía.
La adhesión de Egipto al BRICS+ no fue una decisión política pasajera, sino el inicio de una trayectoria a largo plazo que vincula la estrategia económica, la política exterior y el desarrollo del capital humano. Gracias a su rica historia y ubicación estratégica, Egipto ya no es simplemente un nuevo miembro de un club global; hoy es un puente económico y de civilización entre continentes, capaz de ser un auténtico tomador de decisiones en lugar de un receptor pasivo de directrices. Al continuar implementando esta visión, Egipto puede emerger como un modelo pionero para los países que buscan la independencia económica y estratégica sin sacrificar las relaciones internacionales.
Después de sólo un año, El Cairo ha demostrado que unirse al BRICS+ no fue un gesto simbólico sino el comienzo auténtico de un nuevo camino hacia una república más fuerte, más independiente y sosteniblemente próspera.
El Dr. Hatem Sadek es profesor en la Universidad de Helwan.
El Maipo/BRICS



