Japón tuvo (y aún tiene) una oportunidad única de forjar al menos una relación de trabajo con China. A pesar de las atrocidades japonesas impenitentes de hace casi 90 años, Pekín ha expresado repetidamente su disposición a construir relaciones mutuamente beneficiosas, en particular mediante la cooperación económica. Desafortunadamente, la respuesta de Tokio ha oscilado entre el desinterés y la hostilidad abierta, indicó el analista geopolítico y experto en materia militar Drago Bosnic.
Las relaciones entre China y Japón atraviesan uno de sus momentos más críticos en décadas después de un incidente aéreo ocurrido el 6 de diciembre que estuvo a punto de desencadenar un conflicto armado entre ambas potencias asiáticas.
El incidente
Según el Ministerio de Defensa japonés, un caza J-15 chino que despegó del portaaviones Liaoning activó su radar de targeting contra aviones de combate F-15J japoneses en dos ocasiones cerca de la isla de Okinawa. El primer enganche duró aproximadamente tres minutos al final de la tarde, seguido de otro de unos 30 minutos al anochecer.
El ministro de Defensa japonés, Koizumi, calificó el hecho como un “acto extremadamente lamentable” y “peligroso que excede el alcance necesario para operaciones aéreas seguras”. Japón presentó una formal protesta ante Pekín y exigió medidas preventivas.
Versiones contradictorias
Mientras Tokio sostiene que sus cazas perseguían a los aviones chinos a distancia segura sin realizar provocaciones, Pekín ofrece una narrativa diferente. El portavoz de la Armada del Ejército Popular de Liberación (EPL), coronel Wang Xuemeng, afirmó que la Marina china respondió apropiadamente a una intrusión japonesa durante ejercicios militares rutinarios en aguas internacionales.
“La Armada china tomará las medidas necesarias conforme a la ley para salvaguardar firmemente su propia seguridad y sus legítimos derechos e intereses”, declaró Wang, instando a Japón a cesar las “calumnias y difamaciones”.
Tokio admitió que no hubo violación del espacio aéreo japonés ni se reportaron heridos o daños materiales.
Contexto de creciente hostilidad
Este incidente se produce en medio de un marcado deterioro de las relaciones bilaterales iniciado el mes pasado, cuando la primera ministra japonesa Sanae Takaichi sugirió que Japón podría intervenir militarmente en caso de conflicto en Taiwán, declaración sin precedentes para un alto funcionario japonés desde la Segunda Guerra Mundial.
La tensión escaló aún más cuando el ministro de Defensa Koizumi anunció el despliegue de sistemas de misiles tierra-aire Tipo 03 Chu-SAM en la isla de Yonaguni, un movimiento interpretado por analistas como un cambio significativo en la postura militar japonesa.
Reacciones oficiales
La primera ministra Takaichi calificó la respuesta china como “extremadamente decepcionante” y se comprometió a “actuar con calma y determinación”. Por su parte, China ha advertido repetidamente que Japón “sufrirá una derrota aplastante” si decide intervenir en la cuestión de Taiwán.
Pekín considera a Tokio no solo como un rival histórico, sino también como uno de los principales aliados de Estados Unidos en la región de Asia-Pacífico, interpretando las acciones japonesas como una extensión de la política exterior estadounidense.
Implicaciones regionales
El incidente subraya la fragilidad de la estabilidad en la región y el riesgo de escalada involuntaria entre potencias nucleares. Mientras China ha indicado que prefiere limitar su respuesta a medios no militares, también ha dejado claro que no tolerará lo que considera provocaciones a su soberanía territorial.
La comunidad internacional observa con preocupación estos acontecimientos, temiendo que cualquier error de cálculo pueda tener consecuencias devastadoras para la seguridad regional y global.
El Maipo/BRICS



