Una pésima noticia
“Si los chilenos fueran la población del planeta, los recursos naturales se habrían acabado el 17 de mayo y se necesitaría un segundo y hasta un tercer planeta para sostener el tipo de vida que hemos construido”, reprende Matías Asún (Greenpeace/Chile).
Cualquier expresión de asombro y rechazo es legítima frente a nuestra responsabilidad como Estado, a nivel local e incluso, individual. A nivel nacional, nos rige un sistema a económico que se impone en la dictadura y que continúa hasta el día de hoy, siendo responsables aquellos privilegiados egresados de la Universidad de Chicago y sus compinches que importaron a Chile la ideología neoliberal.
Los “Chicago Boys” introdujeron una política económica donde el mercado no tiene límites, creando necesidades ficticias sin resolver las básicas, donde el consumo se dispara depredando la naturaleza. Es una “espada de Damocles” en beneficio de la codicia de ese 1% más rico del país que detenta el 50 % de la riqueza nacional. Un dato, en Estados Unidos, país originario de la ideología neoliberal, ese 1% detenta 35%. Una característica adicional es el individualismo en contra de las soluciones de solidaridad y empatía, en este caso, con quienes ya sufren las consecuencias ambientales y sociales del sistema. En suma, las necesidades particulares están por sobre la existencia de la nuevas generaciones.
El sistema neoliberal que nos rige es un problema nacional e internacional para cambiar. Sus impactos ya se expresan en catástrofes naturales producto del aumento de temperaturas como olas de calor, sequía e incendios no provocados intencionalmente, descongelamiento de glaciales, subida del mar y consecuentes pérdidas de costas e inundaciones. Estos fenómenos son expresión extrema de lo que les pasará a nuestros hijos y nietos si se siguen esquilmando los recursos naturales a nivel mundial y nacionalmente. Pero lo más trágico, para quienes tenemos una responsabilidad con nuestras futuras generaciones, es que “Chile fue el primer país de América Latina en agotar todos sus recursos naturales del 2021”, según el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia, CR2.
Buenas noticias
Más allá de esta caracterización societal y adentrándonos en nuestra cotidianeidad, en nuestra forma de ser como chilenos y chilenas, existen buenas noticias. A pesar de que se nos ha inculcado ya sea en nuestra formación, en la universidad, a través de los medios, de las leyes que nos rigen, la irresponsabilidad frente a la herencia que estamos dejando a nuestros hijos e hijas, hay políticas de Estado que expresa algún avance y existe una ciudadanía que expresa sensibilidad por el cambio climático y sus consecuencias.
“Chile ha dado pasos importantes en su agenda ambiental en los últimos años con la aprobación de la Ley Marco de Cambio Climático, el establecimiento del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas y la ratificación del Acuerdo de Escazú”, asegura la directora Jo Tyndall (OCDE,2024).
Si uno se orienta por lo que piensa el chileno y la chilena, podríamos reducir la aprehensión por el rol que juega Chile en el manejo de sus recursos. Al remitirnos a una encuesta de la ONG FIMA (Datavoz 2023) tenemos datos optimistas. El 71.8% está consciente que el cambio climático (CC) afecta su calidad de vida, mientras que una importante minoría 25.7, un cuarto de los encuestados piensa que CC es una exageración. Ahora bien, baja la percepción a 51.2% de aquellos que perciben el CC como una amenaza a las generaciones futuras. Al observar esta diferencia percibo una característica propia de nuestra formación dentro del neoliberalismo. Me refiero a esa forma pragmática interiorizada en nuestra forma de ver y hacer las cosas. No nos proyectamos al futuro. Nos quedamos en percepciones y soluciones del día a día, como un reflejo del comportamiento del mercado y como una ideología que desecha la posibilidad de planificar a largo plazo. Posiblemente esto explica por qué “solo el 18% cree que proteger el medio ambiente es prioritario incluso a costa del crecimiento económico” y que el 30% considera que “es la economía la que debe tener prioridad por sobre el medio ambiente”. Estas incongruencias se dan a pesar de que las mismas personas reconocen que el cambio climático afecta sus vidas, la salud, el transporte e incluso a la misma economía.
Sigamos con las buenas noticias: “En el caso residuos sólidos municipales, el 98,2% va a disposición final: 80,5% a relleno sanitario, 13,6% a vertederos y en menores cantidades a rellenos de seguridad (2,2%), sitios de escombros de la construcción (1,6%) y basurales (1,4%), en tanto solo 0,9% es enviado a algún tipo valorización” (Vivanco, Gestión de Residuos Domiciliarios, 2022, BCN). O sea, un alto nivel de efectividad en el manejo de residuos sólidos que contribuye a reducir los daños al medio ambiente y consecuentes riesgos para la salud y la seguridad. Conocidas son las inundaciones en Santiago por mal manejo de residuos, esos que van a los ríos, canales y a la calle simplemente por la inconciencia del daño a si mismo y a su gente.
Contradicciones y desafíos
Si observamos en el simple caminar por nuestras calles, en nuestro vecindario, podemos reconocer no tan buenas noticias ¿Cuántos, cuantas de ustedes ve cómo residuos vegetales se introducen en bolsas plásticas en vez de simplemente reutilizar esos desechos en composteras o botarlas sin plástico? Sabemos que su materia se descompone en un periodo mínimo de 100 años. Sabemos también del daño que le hace a nuestra flora y fauna, a nuestra salud, por último, por consumir alimentos contaminados de este material. Se han fijado cómo se consume agua simplemente limpiando con chorro de agua nuestras veredas. Vimos arriba que un alto porcentaje tiene conciencia de que el cambio climático afecta nuestras vidas, “sin embargo, aún quedan muchos desafíos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mejorar la calidad del aire y la gestión de residuos, y llevar a cabo reformas importantes para enfrentar la grave y cada vez más profunda crisis del agua”, nos plantea Tyndall (citada arriba).
Pero ni la OCDE, ni ningún organismo internacional va a plantear cuál son el conjunto de causas que llevan a Chile a ser el mayor depredador de recursos naturales. Es el sistema. Es el neoliberalismo, por lo que, el desafío es a largo plazo. Podría aparecer una postura maximalista que no se percata del aporte del individuo. Sin embargo, en la interacción de factores del sistema, la persona y fundamentalmente en comunidad hace un gran aporte. Por ejemplo, cada uno y una cocina y tiene desechos propios de ella. Esto que no son considerados basura van a una compostera de la cual, al final de un periodo, se convierte en tierra de hoja. El proceso es virtuoso incluso porque se integran las familias, niños adolescentes y sus padres que contribuyen a harneado en una relación de alegría y de formación mutua, para el cuidado de nuevas generaciones.
Así paulatinamente vamos adquiriendo una visión alternativa de cómo hacer las cosas hasta que, superando el nivel local, pasando por varios pasos, tomamos conciencia de una sociedad de protección del medio ambiente, nos ponemos de acuerdo lo más consensuadamente posible hasta ser partícipe de una estrategia común orientada por principios y en coherencia con la protección de nuestros recursos. Sabemos que hay grandes avances sectoriales, pero si ellos no se encuentran en interacción entre sí, si no se realizan sinergias entre Estado, empresas, sociedad civil e individuos en comunidad, las soluciones sólo serán paliativos y continuarán los desafíos que nos pone la vida depredadora.
Para El Maipo: Jorge Coloma Andrews. Cientista Social, PhD. Colaborador de El Maipo.
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