(Zimbabwe) Este intercambio del trabajo de campo del equipo de Seguridad Climática del CGIAR en el Distrito 14 de Chimanimani captura algo que las estadísticas por sí solas no pueden: la implacable realidad que enfrentan las mujeres rurales que soportan tanto los impactos climáticos como las cargas de cuidados invisibles.
En 2019, el ciclón Idai azotó Zimbabue, Mozambique y Malawi, provocando inundaciones y deslizamientos de tierra que afectaron a unas 270.000 personas. Las consecuencias de este desastre fueron profundamente de género, ya que las mujeres se vieron obligadas a caminar distancias más largas para recoger agua y leña. Compensaron la interrupción de los sistemas de alimentación y agua, y asumieron responsabilidades adicionales de cuidado no remunerado en sus hogares.
Para muchas familias, estas presiones no terminaron con el ciclón. En cambio, marcaron el comienzo de una lucha más larga, marcada por el cambio climático, la inseguridad alimentaria y la persistente carga de cuidados.
Desde el ciclón Idai, los hogares de Chimanimani han seguido sintiendo los efectos del cambio climático en la seguridad alimentaria e hídrica. Asegurarse alimentos, agua y energía ahora requiere más tiempo y esfuerzo, y esta labor recae principalmente en mujeres y niñas. Sin embargo, esta distribución desigual del trabajo doméstico y de cuidados a menudo se acepta como normal, aun cuando impone una enorme presión sobre el tiempo, la salud y los medios de vida de las mujeres.
En este blog, exploramos la invisibilidad del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado a través de las experiencias de las mujeres del distrito 14 de Chimanimani, donde investigamos los vínculos entre el cambio climático y la seguridad en contextos posteriores a desastres.
Realizamos debates grupales con mujeres desplazadas y de acogida, utilizando un enfoque participativo para mapear sus actividades estacionales. Les pedimos que compartieran sus cronogramas: el trabajo agrícola, las responsabilidades domésticas y el cuidado que estructuran sus días y estaciones. El resultado fue un calendario estacional que hace visible lo que a menudo es invisible.
El cambio climático y el trabajo de cuidados
A nivel mundial, se estima que las mujeres y las niñas dedican más de 2,5 veces más tiempo al trabajo de cuidados no remunerado que los hombres y los niños. Este trabajo —cocinar, limpiar, buscar agua, cuidar a niños y ancianos— constituye la base de la supervivencia familiar y comunitaria. Sin embargo, sigue siendo poco reconocido en los cálculos económicos y las decisiones políticas, a pesar de su papel fundamental en el sustento de los medios de vida rurales.
Estos patrones no son accidentales. En muchos contextos, en particular en el Sur Global, las normas patriarcales profundamente arraigadas siguen situando a las mujeres y las niñas en la esfera reproductiva, asignando la responsabilidad del cuidado y las tareas domésticas en función del género, en lugar de la elección.
Esta división del trabajo según el género configura la vida cotidiana en las comunidades rurales y determina quién absorbe trabajo adicional cuando las crisis climáticas alteran los sistemas alimentarios, el acceso al agua y la estabilidad de los hogares.
La evidencia de ONU Mujeres subraya aún más este desequilibrio. Las evaluaciones de género muestran sistemáticamente que las mujeres soportan una parte desproporcionada del trabajo de cuidados no remunerado, incluso en períodos de crisis, a la vez que se espera que mantengan sus responsabilidades domésticas y de cuidado habituales. En situaciones posteriores a desastres, esta doble carga se intensifica, ya que las mujeres asumen tareas adicionales relacionadas con la recuperación, el aprovisionamiento de alimentos y el cuidado, a menudo sin el apoyo ni el reconocimiento correspondientes.
En Chimanimani, estos patrones globales se reflejan en las realidades locales. Los calendarios estacionales, desarrollados en colaboración con mujeres desplazadas internamente y de la comunidad de acogida, revelan cómo el trabajo de cuidados no remunerado se expande y se contrae a lo largo del año, intersecándose con los ciclos agrícolas y la variabilidad climática.
Más que una herramienta para mapear las actividades agrícolas, los calendarios hacen visibles los ritmos del trabajo de las mujeres y las dinámicas de reproducción social que sustentan la supervivencia de los hogares en entornos rurales afectados por el clima.
¿Qué nos decía el calendario estacional?
El calendario estacional creado en conjunto con las mujeres del Distrito 14 cuenta una historia convincente de las dobles cargas que soportan las mujeres para sustentar sus hogares.
Mes a mes, las tareas agrícolas cambian: de la preparación de la tierra en julio a la siembra en agosto, del deshierbe en enero a la cosecha en abril. Pero una constante se mantiene: el trabajo de cuidado no remunerado. Cocinar, buscar agua, recoger leña, cuidar a los niños, lavar, alimentar a la familia. Cada mes, sin descanso.
A través de este calendario, se ponen de manifiesto las contribuciones, a menudo invisibles, de las mujeres a la supervivencia del hogar y al bienestar de la comunidad, recordándonos que el trabajo de cuidados no remunerado es fundamental para la economía rural. Al mismo tiempo, el calendario pone de relieve las desigualdades de género arraigadas en la vida cotidiana de los hogares rurales, que se reflejan a continuación.
- La invisibilidad del trabajo femenino: Las contribuciones de las mujeres abarcan tanto la producción agrícola como la reproducción del hogar; sin embargo, este doble rol pasa en gran medida desapercibido. Este trabajo invisible genera pobreza de tiempo y afecta negativamente la salud física y mental de las mujeres.
- Presiones climáticas cada vez más intensas: A medida que empeoran los impactos climáticos, aumenta el tiempo necesario para el trabajo de cuidados no remunerado. Las mujeres absorben estos impactos con su propio trabajo.
- Trabajo esencial subestimado: el verdadero costo del trabajo esencial de las mujeres sigue pasando desapercibido y subvalorado.
- Exceso de trabajo crónico sin alivio: El calendario no muestra temporada baja. Las mujeres compaginan las tareas agrícolas productivas con las constantes responsabilidades domésticas, lo que provoca un agotamiento que se agrava con los años.
- Desigualdad de género arraigada: Las expectativas sociales exigen que las mujeres cumplan ambos roles. Quienes no cumplen estas expectativas se enfrentan a sanciones comunitarias, lo que dificulta desafiar el statu quo.
- Pobreza de tiempo: las mujeres tienen una disponibilidad limitada para el desarrollo personal, el trabajo fuera del ámbito doméstico, la educación o las actividades de ocio debido a las abrumadoras responsabilidades de cuidado.
- Impactos en la salud: Las demandas continuas afectan negativamente la salud física y mental de las mujeres, que deben hacer malabarismos con múltiples roles sin el apoyo adecuado.
- Barreras culturales y económicas: La carga del cuidado no remunerado restringe la participación de las mujeres en actividades generadoras de ingresos y oportunidades educativas, perpetuando ciclos de pobreza y dependencia. La Organización Internacional del Trabajo estima que 708 millones de mujeres en todo el mundo se encuentran fuera de la fuerza laboral debido a responsabilidades de cuidado no remuneradas, siendo las mujeres rurales las más afectadas.
Avanzando
Las mujeres de Chimanimani nos hicieron una pregunta que no pudimos responder: ¿cuándo descansan? El calendario estacional deja claro que, en las condiciones actuales, la respuesta es nunca.
El cambio climático no es solo un problema ambiental, sino también social, determinado por quiénes soportan la carga de la adaptación. Abordarlo requiere enfoques que reconozcan las dimensiones de género de la vulnerabilidad y el trabajo. Requiere reconocer a las mujeres que mantienen unidas a las comunidades y construir sistemas que apoyen su labor esencial, en lugar de explotarla.
El Maipo/Agricultura Global



