Por Jorge Petinaud Martínez
(La Paz) Tras un agitado amanecer con explosiones en ráfaga de cohetillos, Bolivia vive hoy el martes de ch’alla (ritual de limpieza) de hogares y empresas en la despedida del carnaval con la esperanza de tener un buen año.
Al paso por las calles de La Paz, se observa el colorido de globos, serpentinas, confetis y otros adornos, mientras las familias rocían con alcohol y comparten cerveza y vino.
Tras el desenfreno de los días de carnaval entre música, bailes y el rociado de espuma, el momento es propicio para agradecer a la Madre Tierra (Pacha Mama) todo lo recibido tras 12 meses de duro trabajo y, a la vez, realizar nuevas peticiones junto al ruego de buena salud y ventura personal y familiar.
Símbolo de sincretismo y resistencia cultural tras la llegada al Abya Yala de los dominantes europeos, este cuarto día consecutivo de feriado, es también un reflejo de los usos y costumbres que datan de inmemoriales tiempos precolombinos y que confirman la convivencia de lo moderno y lo ancestral.
Al decir del fallecido antropólogo sabio Édgar Arandia en memorable entrevista realizada por la periodista Claudia Benavente en el espacio Piedra Papel y Tinta de La Razón Tv, la palabra ch’alla tiene origen en la lengua aimara.
Su traducción al castellano equivale a “salpicar algo con algún líquido”, y pese a que de esta forma se agradece a la Madre Tierra y se despide cada año el carnaval en este cuarto día de feriado, es parte de una costumbre común en la vida cotidiana.
Incluso, en medio del proceso de industrialización con sustitución de importaciones que impulsa el Gobierno del presidente Luis Arce, resulta habitual ver al mandatario y a las autoridades acompañantes ch’allar el inicio o la inauguración de cada obra.
En las zonas rurales, sobre todo en el altiplano y los llanos, esta práctica constituye el ritual con el cual se pide permiso a la Madre Tierra y a la naturaleza en sentido general para emprender cualquier proyecto laboral.
Según Arandia, los martes de ch’alla en las áreas rurales resulta tradicional que la comunidad se dirija a los cultivos o parcelas al ritmo de instrumentos de viento madera como los moseños, las tarcas y los pinquillos (de donde derivan la música y los bailes tarqueada, moseñada y pinquillada).
No en balde, resaltan estos instrumentos entre los que ejecutan los aimaras para llamar a la lluvia como catalizador de la fertilidad de la tierra.
Según los etnólogos bolivianos, la tradición en un martes como el de hoy, ordena derramar alguna bebida en el suelo, la sagrada hoja de coca, además de instalar una K’oa o mesa con dulces, serpentinas y otros atributos a manera de gratitud.
Así, se invoca en estos lares a la Madre Tierra en busca de un ciclo de prosperidad. Sin embargo, la tradición arraigó también en el sector urbano, y a su paso por las calles de La Paz, el transeúnte queda admirado ante quienes en busca de prosperidad ch’allan casas, automóviles, motocicletas, computadoras y no faltan influyentes de la modernidad que hacen parte del ritual a sus teléfonos celulares en busca de un mayor número de seguidores.
En resumen, el festejo del martes de ch’alla en el campo y la ciudad consolida nexos de parentesco, amistad y reafirma que los seres humanos son, ante todo, seres sociales.
El Maipo/PL
