Ante los resultados de la primera vuelta, es tentador analizar la carrera presidencial como una mera suma aritmética de votos. Sin embargo, para proyectar seriamente las opciones de Jeannette Jara en el balotaje, es necesario hacer dos movimientos: mirar más allá de su votación personal y observar la lección estructural que dejó la elección de Gabriel Boric en 2021. Cuando se hace este ejercicio, el panorama para Jara deja de ser una posibilidad remota y se transforma en una probabilidad concreta.
El piso oculto: la fuerza del bloque oficialista
Reducir la base de Jara a su 26,8% es un error de perspectiva. La elección parlamentaria, que suele reflejar con mayor fidelidad la adhesión a los bloques políticos, muestra que las listas del oficialismo en conjunto rondan el 30% del electorado. Al sumar a esto una porción de votantes de listas no de derecha que no se inclinaron por Jara en primera vuelta, su piso electoral real se sitúa entre un 31% y un 34%. Este no es un punto de partida, sino una base sólida y estructurada, con una maquinaria territorial y cohesión parlamentaria que actúa como columna vertebral de su campaña.
El espejo de 2021: La lección del salto de Boric
La historia reciente ofrece un manual de supervivencia y éxito para el balotaje progresista. En 2021, Gabriel Boric pasó de 1,8 millones de votos (25,83%) en primera vuelta a 4,6 millones en la segunda. Este incremento del 155% no fue magia; fue la materialización de la capacidad del campo progresista para movilizarse de manera masiva cuando la disyuntiva es clara. Demostró que existe un electorado latente, a veces desencantado en primera vuelta, que se pliega al voto útil cuando está en juego el proyecto de país.
Proyección 2025: Cuando el piso se encuentra con el techo
Con este doble marco —un piso estructural del 31% y un precedente de crecimiento del 155%—, la proyección para Jara adquiere una dimensión nueva y más potente. Los traspasos desde Parisi, Matthei y Kaiser (que sumarían unos 854.000 votos en un escenario base) ya no son la única esperanza, sino un complemento a una movilización interna mucho más robusta.
Si Jara logra replicar aunque sea parcialmente el fenómeno Boric —duplicando su voto en el segmento de voto voluntario y aumentándolo en un 50% en el obligatorio—, la cifra de 6,8 millones de votos deja de ser una fantasía y se convierte en un horizonte alcanzable. Esta cifra, en un padrón de alrededor de 13 millones, la coloca en una posición de victoria.
Conclusión: La victoria está en la movilización, no solo en la persuasión
El análisis frío conduce a una conclusión estratégica contundente: Jeannette Jara no necesita un milagro, necesita una ejecución impecable. La clave de su triunfo ya no reside únicamente en seducir al votante escéptico de Parisi o Matthei —una tarea crucial, pero de rendimientos marginales decrecientes—, sino en activar la lección de 2021: gatillar una movilización sin precedentes dentro de su propio bloque estructural.
El camino a La Moneda para Jara está despejado por dos fuerzas: la solidez de un piso electoral que es mayor de lo que aparenta, y la existencia de un techo de crecimiento históricamente comprobado. Su destino no se escribirá en una calculadora, sino en la capacidad de su campaña para conectar con esa energía latente y convertirla, como hizo Boric, en una marea imparable el día de la votación. Los números y la historia le dan la razón; ahora, le toca a la política hacerlos hablar.
Para El Maipo, Álvaro Ramis, Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
