Es muy probable que esta sea una de las campañas electorales más recurrente a palabras como bala, cárcel, cementerio. La memoria es frágil pero quizás nunca se había instalado en el lenguaje semejante estilo narrativo tanático bajo el argumento del castigo al otro: al delincuente (que anda por todos lados hasta en zonas rurales), al extranjero (que entra por el norte), al indio (que vive hace bastante tiempo en el sur).
La fuerza del odio que subyace a estas palabras aunque tenga una novedad relativa (recordemos la cantidad de epítetos que yacían tras la acusación del “cáncer marxista” hace medio siglo aquí en este mismo país), merece ser analizada al calor de emisores para infringir el miedo y receptores para acentuar la percepción del miedo. Entre quienes las emiten hemos visto en pantalla televisiva a figuras de cuna germánica instalados casi todos/as durante el siglo XX en estas tierras acogedoras, tras un par de generaciones pugnando por llegar hoy a la primera magistratura de la nación.
Si en cada una de estas figuras emerge el discurso del odio para atemorizar con el miedo, para abajo (en la escala social y de poder) ese discurso se presenta como un evangelio aprendido que es repetido una y mil veces entre una población “expuesta a la inseguridad”. Se argumenta, la inseguridad cotidiana tanto en las calles, las plazas, como en sus propias casas. “nos atacan, nos violentan, nos roban, nos matan”. La idea de gubernamentalidad que alimenta este soporte del lenguaje del castigo es meridianamente clara: los culpables son los extranjeros de ahora, los indígenas de “ayer”, los delincuentes de todos los tiempos.
¿Qué hacer frente esta arremetida de crimen y violencia? Pues matar, encerrar, sepultar para arremeter contra el miedo como corolario a estas palabras del emisor candidato/a. Ya las escuchamos: bala, cárcel, cementerio a los culpables. Del lado de los y las receptores/as en cambio y aunque este discurso calce con la percepción de inseguridad, un abanico enorme de opiniones se abre y se escucha.
Conforme avanzan los días para la segunda vuelta el ambiente se nutre de un halo de temor a dichas palabras. Como si ya se hicieran realidad para abordar los males de nuestros tiempos. Tal como si el discurso del miedo enraizado en el odio al otro se hubiese dado la media vuelta originando miedo desde el receptor al emisor. Miedo a las palabras, a los juicios, a la criminalización, a la bala, a más cárceles, a más plazas en los cementerios
¿Y si ganaran qué nos harían?
Ximena Valdés S. Doctora en Estudios Americanos, Mención Histórica Económica y Social, Universidad de Santiago, Chile. D.E.A. Université Paris Diderot, Paris VII, Francia. Magíster en Letras, Geografía, Université Paris Diderot, París VII, Francia. Licenciada en Geografía, Université Paris Diderot, París VII, Francia. Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
El Maipo/Le Monde Diplomatique



