Tras el triunfo del partido de Milei -LLA – y con su celebración ya habitual a la que no nos tiene acostumbrados, de seguro empezaremos a conocer artículos y notas de todo tipo fundamentando razones acerca de las causas de su triunfo electoral en Argentina.
Los más moderados argumentarán que ganó las elecciones en reconocimiento a sus políticas económicas de shock y que con el espaldarazo recibido, podrá incrementarlas. Otros, más audaces, irán directamente a la fuente, a FV Hayek, y justificarán el triunfo en su ideología neoliberal, la misma que al cabo de pocas décadas tiene al mundo en vilo.
En ambos casos, nada se dirá que, de la mano de Milei en alianza con Trump, Argentina pierde autonomía y compromete su soberanía al hacerse parte y quedar sometida a una peligrosa política injerencista y belicista de esta potencia en América Latina, que es el espacio elegido por EEUU para llevar adelante sus disputas geopolíticas con otras potencias mundiales alternativas a su hegemonía y disputarles, como en los viejos tiempos, los recursos naturales necesarios para reemprender el rumbo. Y al costo que sea.
¿ Cuáles son las causas que explicarían por qué Milei ganó las elecciones de medio término, cuando en su propio Gobierno asumían por anticipado la derrota? Será parte del análisis futuro tratar de entenderlas, porque resulta bastante curioso que luego de ganar hace poco la oposición en la provincia más poblada de ese país, a las mismas pocas semanas haya ganado el sector contrario. Suena parecido a lo que ha ocurrido últimamente en Chile, yendo de bandazo en bandazo.
Por de pronto, el interés de esta nota es partir por reconocer que el triunfo de Milei en Argentina fortalece una corriente ideológica de derecha radical en el continente y en Chile. En nuestro país, las actuales ideas de Milei en materia económica y social ya fueron aplicadas y sus consecuencias bastante conocidas en términos de disminución del rol del Estado, desregulación económica y privatizaciones, mercantilización de las relaciones sociales, afectación del medio ambiente por efectos del extractivismo feroz, que desembocaron en la mayor revuelta social conocida por la sociedad chilena tras la dictadura.
En el Chile actual, la intención por radicalizar el modelo existente no empezó con la campaña electoral de 2025. Ya en el segundo fallido proceso constitucional liderado por las derechas, se apreciaba la convicción por elevar a rango constitucional las conquistas conseguidas por este sector con la dictadura. Antes de aquello, durante la transición, se encargó de frenar las reformas, torpedearlas y enredarlas al punto que el producto resultaba en un hibrido en el que, en todo caso, el interés privado nunca dejó de sobreponerse al público.
En consecuencia, en esta etapa, de ganar el gobierno y con mayor razón si el resultado es promisorio en el Congreso, se buscará avanzar rápidamente en retomar la senda más radical del neoliberalismo. Buscará acoplarse a los gobiernos congéneres actualmente en el poder en la región y resto del mundo, que han dado forma a una representación del pasado oscuro y siniestro de la humanidad, pero adaptado a las circunstancias de nuestra época: mediático, emocional y tecnopolítico.
Se trata de una mutación del capitalismo hacia una forma tecnodigital, basada en la concentración de datos, poder corporativo en la forma de plataformas globales, financiarización de la economía, precarización laboral creciente y crisis ecológica sobre las que se sostiene la continuidad estructural del modelo neoliberal en la actualidad.
Ese paradigma, que en los tiempos de Hayek, la Thatcher, Reagan y los Chicago Boys, prometía libertad de elegir y bienestar a través del mercado, se encuentra erosionado por la desigualdad estructural, la pérdida de cohesión social y desafección política. Son tres aristas de un mismo fenómeno que corroe a las democracias occidentales, pero que tuvo a Chile como su laboratorio.
Entre las características más visibles de los gobiernos que han emergido en el marco de la mutación del neoliberalismo clásico al actual, se pueden identificar algunas: recorte de gasto social, desmantelamiento del Estado social, desregulación de la economía, gobernar por decreto y disminución de derechos sociales y políticos acompañado de una visión xenófoba, cruel e inhumana, al proponerse castigar a los hijos de los inmigrantes por las decisiones forzadas de sus padres de abandonar sus países de origen.
Al respecto, y como si nada, la extrema derecha chilena no se arruga al señalar por TV abierta que los hijos de los inmigrantes no podrán asistir a las escuelas ni acceder a los servicios públicos básicos de salud. Por razones electorales obvias, no pueden decir que, de ser ellos gobierno, los bienes públicos para los connacionales no podrán ser mejores. El acceso a la calidad de los bienes esenciales ya está supeditada a la anchura del bolsillo, y a la luz de las promesas de recortar el gasto, no habrá inversión pública para mejorar las prestaciones existentes.
Son las señales más elocuentes del riesgo inminente de involucionar a un régimen restaurador y autoritario. Más que a una visión de mundo abstracta, es una forma de gobernar que ha abandonado todas las apariencias y que en nuestro caso adopta la forma de pinochetismo reciclado con bukelismo.
En ese encuadre caben las vulgares expresiones del supuesto sector “blando” de derecha al calificar al actual Gobierno de “atorrantes”, un decir clasista y ofensivo que solamente abona el camino para separar aún más al pueblo llano de las elites.
En suma, la única salida racional posible a la decadencia, es la revitalización democrática basada en la igualdad, justicia y el reconocimiento mutuo, objetivo civilizatorio de nuestra época. Ello, sin embargo, no se alcanzará por “evolución natural” ni condiciones puramente objetivas, se requiere proyecto político que aglutine mayorías.
Para El Maipo, Carlos Cerpa Miranda, Ex concejal y ex director laboral Banco del Estado. Colaborador de El Maipo.
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