Viernes, Octubre 24, 2025

Brasil autoriza la búsqueda de petróleo frente a la Amazonia en vísperas de la COP30

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La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), que se celebrará en noviembre en la ciudad brasileña de Belém, se presenta como una cita crucial para la acción climática global. Será la primera vez que el mayor encuentro ambiental del planeta se realice en plena Amazonia, el pulmón verde del mundo y epicentro de las tensiones entre desarrollo económico y preservación ecológica. La cumbre busca reforzar los compromisos para limitar el calentamiento global a 1,5 °C y acelerar la transición hacia energías limpias, poniendo el foco en la justicia climática, la protección de los ecosistemas y la financiación verde.

Sin embargo, a menos de un mes de esta histórica cumbre, Brasil ha autorizado una polémica exploración de reservas marítimas de petróleo frente a la desembocadura del río Amazonas. La decisión, avalada por el Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama) y solicitada por la petrolera estatal Petrobras, ha sido duramente criticada por organizaciones ambientales y expertos que la consideran una grave contradicción con los compromisos climáticos internacionales del país.

Riesgo ecológico: Zona de alta biodiversidad y el 80% de los manglares

El área aprobada, situada a unos 500 kilómetros de la desembocadura del Amazonas, es considerada especialmente vulnerable por los ecologistas. Allí se concentra el 80 % de los manglares del país y ecosistemas de altísima biodiversidad. Según datos del propio Gobierno, el potencial económico de la zona asciende a unos 10.000 millones de barriles recuperables, con inversiones proyectadas por 55.000 millones de dólares. Un atractivo difícil de ignorar para un país que ya figura entre los mayores productores de crudo del mundo.

La autorización llega tras casi cinco años de tensiones entre Petrobras y el Ibama. Este último había rechazado inicialmente la licencia en 2023 por “inconsistencias técnicas” y riesgos ambientales, pero finalmente cedió ante la insistencia de la petrolera, que introdujo mejoras en los planes de respuesta ante posibles emergencias, como vertidos en el mar. Pese a ello, las ONG sostienen que la decisión no garantiza la protección adecuada de un entorno tan sensible ni responde a los compromisos climáticos asumidos por Brasil.

«Soberanía energética» vs. Brecha entre discurso y realidad extractivista

El ministro de Energía, Alexandre Silveira, defendió la medida como una forma de asegurar la “soberanía energética” del país. Pero para los ambientalistas, el mensaje es claro: mientras Brasil se prepara para ser anfitrión de la llamada ‘COP de la verdad’, sus acciones revelan una brecha profunda entre el discurso verde y la realidad extractivista. El Observatorio do Clima calificó la decisión de “desastrosa” y acusó al Gobierno de sabotear su propia credibilidad en la arena internacional.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha presumido de los avances logrados en la reducción de la deforestación —que cayó un 30 % en 2024 gracias al refuerzo de las acciones de fiscalización— y ha presentado la COP30 como una oportunidad para mostrar al mundo el compromiso brasileño con la sostenibilidad. Sin embargo, la nueva apuesta petrolera amenaza con empañar esa narrativa. El propio diplomático André Corrêa do Lago, designado para presidir la cumbre, ha advertido sobre la necesidad de “alejarse de los combustibles fósiles” si se quiere alcanzar un futuro sostenible.

El científico Paulo Artaxo, miembro del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), subrayó que abrir nuevas áreas petroleras “agravará aún más” el calentamiento global y que Brasil debería aprovechar su enorme potencial en energía solar y eólica. Desde WWF Brasil, se alertó que las fuertes corrientes de la desembocadura del Amazonas harían extremadamente difícil contener un vertido, lo que pondría en riesgo a comunidades costeras, territorios indígenas y ecosistemas únicos del planeta.

La paradoja global: tensión entre transición energética y dependencia fósil

El caso refleja una paradoja recurrente en la política ambiental global: la tensión entre la urgencia de la transición energética y la dependencia económica de los combustibles fósiles. En vísperas de la COP30, el desafío para Brasil —y para el mundo— será demostrar que la retórica climática puede traducirse en decisiones coherentes y sostenibles. De lo contrario, la cumbre de Belém podría pasar a la historia no como la ‘COP de la verdad’, sino como la de la incoherencia ecológica. Fuente EFEVERDE.

El Maipo/Ambientum

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