En su alocución del 1º de marzo ante ambas Cámaras del Congreso, el presidente Javier Milei reiteró que uno de los objetivos de su gestión es reducir el tamaño del Estado en la Argentina al 25 por ciento del PBI. No vamos a detenernos en refutar, desde el plano de la historia de las ideas económicas o la teoría económica, el sinsentido de su propuesta.
Son muchos los estudiosos que han consagrado numerosos escritos para refutar los dichos presidenciales, demostrando que los «capitalismos realmente existentes»- no los que bullen caóticamente en la mente de Milei– siempre necesitaron de las muletas que le provee el Estado. Ya sea en su fase de implantación, como en la acumulación originaria, tanto como en su madurez para facilitar la marcha de los negocios de los capitalistas y, sobre todo, para arrojarle un salvavidas cada vez que el capitalismo entra en crisis o su reproducción se encuentra amenazada.
Casos más significativos: el rescate estatal del capitalismo en la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado o, más recientemente, el salvataje de los bancos y las grandes empresas en la mal llamada «crisis de las hipotecas» del 2008.
Dejemos de lado estos antecedentes y echemos una mirada a los capitalismos desarrollados de nuestros días y observemos cuál es el tamaño del Estado, medido por la magnitud del gasto público en cada uno de ellos.
En abierto contraste con lo que sostiene el presidente, los países del capitalismo desarrollado están caracterizados por una vigorosa presencia estatal, que se mide por el elevado nivel de gasto público en proporción a su PIB.
En 2023, en Francia, por ejemplo, el gasto público ascendía a un 57 por ciento del PIB; en Finlandia, a un 55,8 por ciento; Italia le seguía con 53,8; Bélgica, 53,3; Austria, 52,7; Suecia, 49,4 por ciento, para el mismo año y siempre en relación al PIB.
Alemania, tradicionalmente fiel a la ortodoxia económica e invariablemente gobernada por fuerzas conservadoras o socialdemócratas de derecha, mostraba un gasto público del 48,4 por ciento. ¿Será que la dirigencia de todos estos países del capitalismo avanzado cayó en las manos de «degenerados fiscales», para adoptar el léxico descalificador e insultante que tanto le gusta a Milei? Evidentemente, no.
Incluso si se miran las cifras de Estados Unidos, el país del mundo desarrollado con el menor ratio de gasto público/PIB- y por eso con la peor calidad de servicios sociales entre los países del G20- , la ratio es del 36,3 por ciento, once puntos porcentuales por encima del paraíso al que pretende llevarnos el actual Gobierno.
Si la propuesta de Milei llegara a concretarse la Argentina tendría un perfil de gasto público en relación al PBI comparable al de algunos de los países más subdesarrollados del mundo.
Mauritania, por ejemplo, con un 24,9 por ciento de gasto público en relación a su PBI ilustra muy bien cuáles pueden ser las consecuencias de avanzar en la dirección que nos propone el Gobierno: el 67 por ciento de personas está bajo la línea de la pobreza y tiene una escandalosa tasa de mortalidad infantil del 47,9 por mil nacidos vivos. Mali, que limita con Mauritania, es otro caso a tener en cuenta: su ratio es de 25,7 por ciento y su correlato ante la práctica ausencia del Estado es un 80,5 por ciento de personas bajo la línea de la pobreza y una espeluznante tasa de mortalidad infantil de 64,1 por mil nacidos vivos. ¿Es esa la Argentina que queremos?
Atilio Borón: Politólogo y sociólogo argentino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Actualmente es Director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda. Es asimismo Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del IEALC, el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe.
El Maipo/PL
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