Japón celebró hoy el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz de este año a la organización nipona de supervivientes de las bombas atómicas Nihon Hidankyo, con una labor histórica de defensa a las víctimas.
Unas 30 personas viajaron a Oslo, Noruega, en representación de la entidad para recibir la víspera el preciado galardón.
Tras la ceremonia, algunas de las víctimas de la bomba atómica y sus hijos, que pertenecen a la segunda generación de sobrevivientes, se unieron a la marcha para orar por la paz.
La cadena pública japonesa de medios NHK destacó que los miembros del grupo también han hecho campaña a favor de la prohibición mundial de las armas nucleares y han viajado por todo el mundo para hablar de sus experiencias.
Varios medios nipones de prensa resaltan el discurso pronunciado por Tanaka Terumi, uno de los copresidentes de Nihon Hidankyo, quien calificó a las armas nucleares de extremadamente inhumanas por su poder para la matanza masiva y aseguró que no deberían coexistir con la humanidad.
La decisión de Estados Unidos de dejar caer bombas atómicas sobre las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente, ha sido cuestionada durante años por numerosos historiadores.
Tal disposición la adoptó el gobierno norteamericano al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando la contienda ya estaba casi ganada por los Aliados.
Sin dudas, la masacre determinó la rendición incondicional de Japón; pero el costo humano se sigue pagando hasta nuestros días.
Aproximadamente 66 mil personas perdieron la vida en Hiroshima al instante de la explosión del 6 de agosto de 1945, mientras en Nagasaki, tres días después, la cifra se aproximó a 70 mil.
Cientos de miles de pobladores -la mayoría mujeres y niños- murieron con el tiempo a consecuencia de la radiación.
En Japón, cada año, en esas fechas, a la hora local exacta de la explosión, se guarda un minuto de silencio y, luego, se depositan ofrendas de flores y agua en memoria de los fallecidos y los sobrevivientes.
Muchos de ellos, en los días posteriores a la tragedia, pedían desesperadamente agua para calmar la sed generada por tantas quemaduras internas y externas, de ahí que el líquido vital se haya convertido en un símbolo de este triste momento.
El Maipo/PL