Reducir la carga de la deuda estudiantil sobre estas familias es viable. Una condonación bien pensada de la deuda por CAE reducirá esta brecha social y ayudará especialmente a las mujeres, que son la mayoría de las afectadas por estos préstamos estudiantiles.
En los últimos años he podido seguirles la pista a docenas de familias de clase media mientras tratan de abrirse paso en medio de las dificultades del financiamiento universitario y la deuda por CAE. Me ha quedado claro que el drama del endeudamiento estudiantil produce graves daños en la vida de los adultos jóvenes y las evidencias de sus efectos se están acumulando. Porque la deuda estudiantil no solo afecta a los estudiantes deudores en sí, sino que trastorna la vida de sus familias, incluyendo a sus padres, sus parejas y sus hijos.
La enorme mayoría de las familias quiere garantizar que sus hijas e hijos tengan la oportunidad de ser adultos independientes. Pero, para lograrlo, muchos tuvieron que endeudarse, poniendo a menudo en peligro su estabilidad y su lugar en la clase media. El cálculo es claro. Al ir a la universidad, las familias hacen una arriesgada apuesta: una gran inversión en el presente les dará a sus hijos una vida cómoda en el futuro.
Por medio de la gratuidad ese riesgo disminuyó considerablemente, pero las familias que no alcanzaron a tener esa posibilidad fueron afectadas. Por el diseño del CAE tuvieron que realizar una arriesgada maniobra: materializar un préstamo estudiantil con garantía de ingresos futuros. Lo que olvidamos es que el flujo de dinero a través del tiempo presupone un ingreso y una vida estable y predecible, que no siempre está al alcance de la mayoría de las personas.
Pedir prestado contra ingresos futuros supone que el dinero estará ahí, pero en el futuro surgen necesidades más urgentes e imprevistas. Los ingresos del presente pueden ser devorados por el desempleo, las enfermedades, discapacidades, adicciones, divorcios o cualquier otra forma de inestabilidad, que puede llevar a que la vida prevista pueda desmoronarse. Cuando además el estudiante desertó de su carrera, quedó endeudado y sin el título profesional esperado, la situación es francamente terrible. El diseño del CAE también dio por sentado que existe una estructura familiar ideal, en la cual las familias hablan abiertamente sobre el dinero que pueden compartir con sus hijos.
El diseño del crédito pareciera haberse pensado con familias compuestas por los dos padres y los hijos que dependen de ellos. Pero hoy la mayoría de las familias chilenas no se ajusta a este modelo, especialmente las de menores ingresos. Además, las familias acumulan diversos costos que asumen como núcleo familiar; pueden ayudar a pagar la atención médica de un familiar o la vivienda de otra hija. Eso significa que las familias que no se ajustan al estándar nuclear son castigadas económicamente por la manera como se pensó esta política.
Por eso muchas familias terminaron atrapadas ante lo que consideraron una obligación familiar hacia la educación superior de sus hijos. El uso del sistema financiero bancario para dar acceso a la educación superior ha tenido efectos inesperados en las familias más vulnerables. Esto se entiende bien cuando se observa que este endeudamiento tan precoz produce un retraso en todo tipo de indicadores de ingreso a la vida adulta: comprar un auto, comprar una casa, incluso formar una familia. Estos efectos se prolongan, con efectos dominó, en toda la economía.
La deuda por CAE desincentiva a las personas a postular a los empleos en el servicio público para buscar otros mejor remunerados y sin ningún propósito cívico. Y además está vinculada con menores tasas de emprendimiento, ya que el endeudamiento está asociado a incapacidad de inversión. Detrás de todo este diseño existió una clara ideología política. La mejor exponente fue la exprimera ministra británica Margaret Thatcher, que pensaba que la sociedad no tiene la obligación de resolver los problemas de las personas.
Pero incluso su frase “la sociedad no existe. Hay hombres y mujeres individuales y hay familias”, al menos admite la existencia del vínculo familiar como estructura de apoyo y contención, más allá del individuo. Esa parte de esta cita, la referencia a la familia, es la que más se olvida, pero es la clave para entender que el núcleo familiar, especialmente en nuestra sociedad chilena, es el lugar donde se gestionan los riesgos. Pero para que la familia pueda asumir esa labor se debe tener un marco de apoyo mayor, porque claramente hay límites en términos financieros.
Por eso la condonación de la deuda estudiantil por CAE es una buena política. Es necesario que la sociedad apoye a estas familias para enfrentar un escenario que les supera, y les afecta de modo intergeneracional. Una política de condonación es una forma de socializar un riesgo que debería haberse asumido a una escala mayor. Y de esa manera crear las condiciones para que las personas afectadas inicien negocios o inviertan en su familia o puedan rehacer sus carreras profesionales.
Reducir la carga de la deuda estudiantil sobre estas familias es viable. Una condonación bien pensada de la deuda por CAE reducirá esta brecha social y ayudará especialmente a las mujeres, que son la mayoría de las afectadas por estos préstamos estudiantiles. Al socializar estos costos, podemos empezar a cambiar la lógica del sistema de financiamiento de la educación superior, para que las generaciones futuras no tengan que cargar nunca más con préstamos impagables.
Columna publicada por El Mostrador el 4 de septiembre de 2024.
Para El Maipo: Álvaro Ramis, Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC), colaborador de El Maipo.
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