Nació un 12 de diciembre de 1920 en Río Bueno, fue hija del agricultor Alfonso Duhalde Bahamonde y Rosa Sotomayor Arriagada, unión de la cual nacieron 11 hijos, de los cuales, 4 fueron aviadores.
Como recoge Pamela Oyanguren en “Confesiones de una Aviadora” Margot Duhalde narra de su infancia que “cuando murió mi abuelo, quien era originario de Lohussoa, yo tendría unos nueve años. Era un vasco imponente que usaba unos tremendos bigotes y le gustaba hacer de sus relatos canciones”.
Margot recuerda que “en Río Bueno durante los años 30 los dueños de fundo tenían como costumbre, ocultándose en la oscuridad de la noche, correr los cercos que delimitaban las tierras y que bajo una total impunidad aprovechaban la ocasión para llevarse algún animal de trofeo. Mi abuelo, quien tenía como vecino a un fiel practicante de esta antigua tradición, montaba su caballo y frente a la casa de aquel ladronzuelo, entonando bellas melodías, le decía alguna que otra verdad”.
A pesar de haber nacido y criada en el seno de una familia sumamente tradicional, Margot Duhalde recuerda a su padre, agricultor de la zona, un hombre de esfuerzo que debía mantener a una familia muy numerosa y a su mamá ya esperando un hijo o dando de mamar a un bebé.
“Yo fui criada para seguir su mismo destino, sin embargo, mi devoción por volar y mis fuertes aires de independencia dispusieron lo contrario”.
Los aviones que hacían el correo para la Línea Aérea Nacional volaban justo por encima de nuestras tierras. Comencé a obsesionarme por aquellas pequeñas sombras que pasaban sobre mí y que dejaban en mis oídos, como un eco, el singular ronroneo de sus pequeños motores. Quería verlos más de cerca. ¿Cómo? Me subía al techo de la antigua casona apañada de un par de anteojos larga vista regalado por mis padres; pensando ellos, claro, que era sólo simple curiosidad indica Margot, la futura piloto.
Finalmente ocurrió. Un avión cayó muy cerca de la casa en medio de un potrero debido a una emergencia; cuando me acerqué y lo pude tocar supe inmediatamente que quería ser aviadora. Por supuesto que todos pensaban que estaba loca, pero se me metió en la cabeza ser piloto y no hubo nada ni nadie que me lo impidiera.
Del colegio a la guerra
Margot en Confesiones de una Aviadora, da testimonio que ya por esos años siente una sólida vocación para volar y solicita la autorización de sus padres, la que accedieron al cumplir los 16 años.
Sus primeros años de instrucción ocurrieron en el Club Aéreo de Chile, que en ese entonces, quienes oficiaban de instructores era personal de la Fuerza Aérea, y no todos estaban de acuerdo en enseñarle a volar a una mujer, joven y medio campesina.
A finales de los años 30, al estallar la Segunda Guerra Mundial ya Margot Duhalde era piloto civil, y en tal condición, se presentó como voluntaria “primero en el consulado francés y luego al llamado de Charles De Gaulle para formar parte de su ejército libre”.
Como era menor de edad tuve que inventar una pequeña historia para que me dejaran partir: “Me voy a Canadá como instructora”, dije. Como mis padres no entendían nada de aviones, jamás se imaginaron que era imposible que con mi corta experiencia fuera instructora de vuelo. Aceptaron y comenzó mi aventura.
Margot con la mirada hacia el pasado recuerda que zarpa desde el puerto de Valparaíso e inicia el viaje junto a 13 personas, contándose entre ellos una francesa que era enfermera, algunos chilenos y dos vascos jóvenes, “muy buenos mozos, Juan Cotano y un tal Ibarra. Con los dos últimos me hice muy amiga. Como yo era bien inútil y no sabía hacer ninguna labor de tipo doméstica, ellos me planchaban, me lavaban la ropa… cariñosamente me pusieron el sobrenombre de “taruga”.
Al llegar a Londres, Margot es hecha prisionera durante 5 días mientras investigaban sus antecedentes, y relata “me acuerdo que llovía todo el tiempo, era el mes de mayo. Frente a la ventana de mi celda, sumamente aburrida, me maldecía por haber querido ser partícipe de aquella lejana guerra”.

Aventuras y desventuras, Margot se inicia en la guerra contra la Alemania Nazi y sus aliados
“La verdad es que los franceses del comité no sabían qué hacer conmigo. Confundieron mi nombre con el de Marcel, es decir, pensaron que era un hombre. Y como ellos no usaban pilotos mujeres, mi mala fortuna continuó. Tres largos meses pasaron, hasta que a alguien se le ocurrió la fantástica idea de mandarme a un pueblo para cumplir la aburridísima labor de ayudar a una francesa que tenía una casa de reposo para pilotos. Mientras desempeñaba mis tareas de empleada doméstica”
Para su suerte, recibe carta de un subteniente francés señalándole que él había vivido en el sur de Chile y que la conocía a través de las publicaciones aparecidas en los diarios cuando Margot se recibió de piloto, y le indica: “No pierdas el tiempo con los franceses, jamás vas a volar un avión de ellos”.
En esta condición, la aviadora chilena se las arregló para poder formar parte de la Air Transport Auxilary donde ocupaban mujeres para el transporte de aviones. Así, Margot, con las recomendaciones bajo el brazo y acompañada de otro piloto chileno se presentó a los ingleses, quienes inmediatamente la pusieron a prueba en el aeródromo piloteando un avión.
Margot relata todo le fue muy difícil debido al poco dominio del idioma, logrando en un principio le dieran el puesto de mecánico mientas aprendía los términos técnicos, y una vez superada esta prueba, cuenta con mucha felicidad que “me di el gusto de volar más de cien tipos de aviones, tanto cazas como bombarderos, y transporté más de mil. Tuvimos un entrenamiento bastante duro y el trabajo era riesgoso, porque no contábamos con la ayuda de la navegación, no volábamos con instrumental y teníamos que hacerlo con tiempos climáticos adversos”.

Finalizada la guerra la flamante piloto permanece en Inglaterra trabajando para la Fuerza Aérea Francesa en una escuadrilla de los famosos aviones Spitfire, siendo posteriormente destinada a Marruecos, luego hace un curso de planeadores en Francia y vuelve en comisión de trabajo a Sudamérica en su calidad de oficial francés.
Terminado este recorrido volví a Chile. Aquí trabajé como piloto de una firma privada y luego en una compañía aérea chilena de pasajeros, en pequeños aviones bimotores. Después de esto fui a la Fuerza Aérea para desempeñarme como controlador de tránsito aéreo. Paralelamente hacía instrucción de vuelo en los clubes aéreos nacionales. Jubilé hace un año, más bien re jubilé, a los 81… y sigo volando en un Piper Dakota.
Amores y desamores, Margot se adelanta a los tiempos
“Casi como un experimento me casé; y no sólo una, sino tres veces. Para mis parejas fue muy difícil entenderme. Durante mis instrucciones de vuelo hubo veces en las que tuve que despegar de un minuto a otro, sin avisar, y en ocasiones no volvía a mi casa sino hasta el día siguiente. Por este motivo, además del machismo propio del chileno, mis relaciones no duraron más de tres años. De mi segunda experiencia fallida nació mi único hijo, el que prácticamente fue criado por la empleada de la casa. Con mis dos nietos también soy un desastre, además de vernos muy poco, porque ellos viven fuera de Santiago, es tanta la diferencia generacional que, la verdad, no nos entendemos mucho”.
Margot Duhalde a los 82 años la Fuerza Aérea de Chile la homenajeó, en el marco del día Internacional de la Mujer, por ser la primera piloto de combate del país. En la ceremonia estuvieron presentes los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, la ministra de Defensa y la ministra del Servicio Nacional de la Mujer. “No hay diferencia de vuelo entre un hombre y una mujer. Por el contrario, una mujer es más suave para manejar los equipos”, señaló en la ocasión.
Cabe destacar que durante el año 2002 partió a Francia en donde también fue homenajeada por su trabajo en la Fuerza Aérea Libre durante la II Guerra Mundial. En la invitación, firmada por el presidente galo, Jacques Chirac, le anunciaron que su unidad sería desmovilizada.
Margot Duhalde Sotomayor, la primera mujer piloto en Chile y colaboradora del ejército aliado durante la Segunda Guerra Mundial, falleció un lunes 5 de febrero del año 2018 a los 97 años de edad.
Fuente: El Maipo de Confesiones de una Aviadora de Palmira Oyanguren para Euskonews.