El impulso de Malasia para unirse al poderoso bloque BRICS cobra fuerza con el respaldo de Brasil, lo que refleja un cambio más amplio hacia la multipolaridad y las alianzas económicas alternativas.
En un mundo cada vez más marcado por alianzas cambiantes y luchas de poder económico, el bloque BRICS —antes considerado una coalición informal de economías emergentes— ahora acapara titulares como una fuerza formidable en el escenario global. El último capítulo de esta historia en constante evolución se desarrolló en Kuala Lumpur el 29 de octubre de 2025, cuando el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva respaldó la candidatura de Malasia para convertirse en miembro pleno de los BRICS. Este respaldo, que se suma al apoyo similar de China y Sudáfrica en la 47.ª Cumbre de la ASEAN, no solo señala el creciente perfil diplomático de Malasia, sino también las ambiciones cada vez mayores de los propios BRICS, según Bernama.
El acrónimo BRICS representa a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica; un grupo que, en los últimos años, ha dado la bienvenida a nuevos miembros como Egipto, Irán y los Emiratos Árabes Unidos. El creciente número de miembros y su influencia reflejan una tendencia más amplia: el surgimiento de un mundo multipolar donde el poder económico y político ya no se concentra en manos de Occidente. Para Malasia, actualmente país socio, la plena integración podría abrirle las puertas a nuevos mercados, flujos de inversión y una mayor influencia en la configuración del orden económico mundial.
“Al colaborar con los BRICS, Malasia puede aprovechar la creciente demanda de las economías de estos países y atraer posibles flujos de inversión”, declaró el Dr. Anthony Dass, asesor económico sénior de KSI Research and Advisory Services, en una entrevista con Bernama. Destacó el potencial para un mayor acceso a mercados clave y un aumento de la inversión en sectores como la manufactura y la infraestructura. La ubicación estratégica de Malasia en el Sudeste Asiático, su consolidada base manufacturera y exportadora, y su reputación de neutralidad la convierten en un socio atractivo para los países BRICS que buscan estrechar sus lazos comerciales y de inversión en Asia.
Este sentimiento fue compartido por el viceprimer ministro ruso, Alexey Overchuk, quien afirmó que Malasia “cumple con los criterios para convertirse en miembro pleno del bloque BRICS”. Overchuk señaló que los miembros del grupo han estado debatiendo activamente la intención de Malasia de unirse, convencidos de que las políticas y la visión del país están bien alineadas con los valores y objetivos fundamentales de los BRICS.
Pero ¿qué significa realmente pertenecer a los BRICS en el mundo actual? Según un análisis reciente de CounterCurrents y datos del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), con sede en Shanghái, los BRICS ya no son solo un bloque comercial. El Sistema de Pagos Interbancarios Transfronterizos (CIPS), lanzado por China en 2015, conecta ahora a instituciones financieras de 185 países, permitiendo el comercio global en yuanes chinos sin necesidad de utilizar el dólar estadounidense. Este movimiento de «desdolarización» no se percibe como un acto de rebeldía, sino como una forma de autodefensa contra la instrumentalización del orden financiero global por parte de Estados Unidos, que durante mucho tiempo ha utilizado el dominio del dólar para sancionar y presionar a países del Sur Global.
El NDB institucionaliza aún más esta autonomía al financiar proyectos de infraestructura y desarrollo sin las condiciones políticas que suelen acompañar a los préstamos occidentales. Como se indica en su informe anual de 2024, el NDB permite a las naciones «endeudarse y construir sin que se les impongan normas de gobernanza o ideología». Este enfoque resulta atractivo para países como Malasia, que buscan alianzas para el desarrollo que respeten su soberanía y prioridades.
El principio rector de los BRICS es la multipolaridad: la convicción de que ninguna nación debe dominar la vida política y económica mundial. La expansión del bloque hacia Asia Occidental y África, incluyendo la admisión de potencias petroleras como Arabia Saudita e Irán, señala un profundo cambio geopolítico. Para Occidente, este desarrollo resulta inquietante, ya que el G7 ya no es la única mesa de diálogo relevante. Para el Sur Global, representa una oportunidad liberadora: una posibilidad para redefinir el desarrollo, la democracia y la soberanía en sus propios términos.
El sector exportador de Malasia, especialmente en componentes electrónicos, aceite de palma, caucho y otras materias primas, se beneficiaría del acceso a los mercados BRICS. Al mismo tiempo, el país podría reducir su dependencia de los compradores tradicionales y diversificar sus alianzas económicas. En 2022, el comercio intra-BRICS superó los 600.000 millones de dólares estadounidenses, y sus miembros utilizaron cada vez más sus propias monedas en lugar del dólar. Sin embargo, como señaló el Dr. Dass, «no existe un tratado comercial o de inversión formalizado para todo el grupo BRICS, ni un régimen común de aduanas e inversiones que elimine por completo los vínculos con Estados Unidos o el sistema financiero occidental». Añadió: «Se debate sobre sistemas de pago alternativos, pero su implementación aún es débil, y Estados Unidos (y sus sistemas aliados) siguen desempeñando un papel dominante en las finanzas, los pagos, la liquidación comercial y las monedas de reserva a nivel mundial».
Así pues, si bien los BRICS pueden reducir la dependencia del dólar con el tiempo, una ruptura total con los sistemas dominados por Occidente sigue siendo un objetivo lejano. Aun así, el bloque ofrece una vía alternativa que podría ayudar a países como Malasia a mitigar los riesgos derivados de los aranceles y las presiones comerciales estadounidenses. «Pero no es una solución milagrosa ni un remedio rápido», advirtió el Dr. Dass.
La cuestión del liderazgo y la unidad dentro de los BRICS fue el tema central de un panel reciente en Chatham House, Londres, donde Roberta Braga, directora ejecutiva del Instituto de Democracia Digital de las Américas (DDIA), se unió a otros expertos para debatir el posible papel de Brasil en el fortalecimiento del bloque. El evento, titulado “¿Puede Brasil liderar a los BRICS para contrarrestar a Trump?”, analizó cómo los países BRICS están respondiendo a las renovadas políticas proteccionistas en el marco de la agenda “Estados Unidos Primero” del presidente Trump y exploró la unidad y la coherencia del bloque en medio de la creciente polarización global.
El panel, integrado por académicos y responsables políticos, analizó si la diplomacia brasileña podría ayudar a los BRICS a gestionar sus rivalidades internas —como el dominio de China y la cautela de India— al tiempo que contrarrestaba las políticas comerciales y arancelarias de Estados Unidos. El consenso fue que Brasil, con su tradición de compromiso diplomático y su adhesión al multilateralismo, podría desempeñar un papel fundamental en la configuración del futuro de la cooperación y la influencia de los BRICS.
De cara al futuro, los analistas prevén tres posibles escenarios para los BRICS en la próxima década. El escenario más favorable es el surgimiento de una multipolaridad equitativa, con los BRICS institucionalizando la cooperación financiera, ampliando el CIPS y fortaleciendo el NDB. Esto reduciría la dependencia del comercio mundial del dólar y otorgaría a potencias regionales como India, Brasil y Sudáfrica mayor influencia en la formulación de las políticas globales de clima y desarrollo. El escenario intermedio contempla sistemas paralelos y una coexistencia precaria, donde los BRICS construirían una alternativa sólida, aunque fragmentada, a las finanzas lideradas por Occidente. El escenario más desfavorable es la fragmentación y la guerra financiera, con sistemas de pago rivales y sanciones cada vez más severas que generarían volatilidad y un menor acceso a las finanzas globales para las economías más pequeñas.
India, en particular, se enfrenta a un delicado equilibrio. Como una de las principales economías de los BRICS, obtiene acceso a financiación y mercados alternativos, pero debe garantizar que el bloque siga siendo verdaderamente multilateral y no se convierta en una esfera de influencia china. La capacidad de India para tender puentes entre mundos —profundizando la cooperación dentro de los BRICS sin alienar a sus socios occidentales— podría definir su futura posición global.
En última instancia, la expansión de los BRICS y la posible admisión de países como Malasia representan mucho más que una simple diversificación económica. Forman parte de un movimiento más amplio para recuperar la autonomía y la dignidad de las naciones que durante mucho tiempo han operado al margen del poder global. Queda por ver si los BRICS cumplen su promesa de equidad, transparencia y justicia, o si simplemente recrean viejas jerarquías bajo nuevas banderas. Pero, por ahora, el mundo presencia el retorno de la historia misma, a medida que países grandes y pequeños buscan un lugar en la mesa y una voz en la construcción de su propio futuro.
El Maipo/BRICS



