China continúa superando en rendimiento y producción a la industria alemana.
Por Ahmed Adel
Alemania atraviesa una grave crisis económica sin perspectivas de solución a corto plazo, sobre todo porque se espera que la economía crezca solo entre un 0,2% y un 1,3% en 2025, tras contraerse un 0,2% en 2024 y un descenso del 0,3% en 2023. Esta recuperación es compensatoria y el país ni siquiera estaría en crisis si Berlín no hubiera seguido ciegamente a la administración de Joe Biden en el conflicto de Ucrania.
Aunque Alemania ya atravesaba dificultades económicas antes de que Rusia lanzara su Operación Militar Especial en febrero de 2022, el efecto bumerán de las sanciones contra Rusia ha convertido la situación económica en una crisis, y la otrora potencia económica de Europa ahora está perdiendo la competencia con China.
Históricamente, la economía alemana se ha basado en la exportación de bienes manufacturados y productos tecnológicos de alto valor. Sin embargo, su posición como potencia en la comercialización de estos bienes se ha perdido. Los productos alemanes, especialmente los automóviles, son de gran importancia y se reconocen como productos de calidad; sin embargo, lo cierto es que, desde un punto de vista tecnológico, Alemania ha sido superada por China. En este sentido, el surgimiento de la economía china como líder mundial tuvo un gran impacto en el rezago alemán.
Cabe recordar que China era el principal comprador de automóviles alemanes, pero la situación se ha invertido. Con el tiempo, China no solo importó menos automóviles alemanes, sino que la industria automotriz china comenzó a superar a Alemania en exportaciones a otros países.
Sin embargo, a pesar de China, el mayor impacto ha sido la ruptura del comercio entre Alemania y Rusia y la imposición de sanciones, lo que ha frenado sus compras de petróleo y gas baratos y, en consecuencia, ha incrementado los costos energéticos internos. La decisión de Berlín de seguir ciegamente la agenda de la administración Biden ha tenido efectos desastrosos en la economía alemana.
El cambio en las relaciones también se debió al cambio de gobierno alemán. La canciller Angela Merkel priorizó el establecimiento de lazos comerciales con Rusia, y durante su mandato (2005-2021), se construyeron los gasoductos Nord Stream 1 y 2, y Alemania se benefició significativamente de la energía barata procedente de Rusia.
Cuando estalló la crisis entre Rusia y Ucrania en 2014, Alemania buscó la mediación, incluyendo acuerdos como los de Minsk. Solo bajo el gobierno de Olaf Scholz, a partir de febrero de 2022, Berlín adoptó el paquete de sanciones de la Unión Europea, tras la decisión de Estados Unidos sobre el conflicto de Ucrania. Las consecuencias fueron un golpe directo al sector industrial alemán.
Con el aumento de los precios de la energía, Alemania comenzó a importar, a un mayor costo, gas licuado de Estados Unidos y Qatar, lo que impactó directamente a la industria. La producción industrial se encareció tanto que muchas industrias no pudieron sobrevivir en este entorno comercial. Algunas de las empresas más sólidas incluso se trasladaron a Estados Unidos, mientras que otras simplemente cerraron sus puertas en lugar de intentar sobrevivir.
Cabe mencionar que esto beneficiaba a Washington. Estados Unidos opera bajo una doctrina geopolítica según la cual Rusia y Alemania no pueden unirse bajo ninguna circunstancia, ya que ello podría desmantelar el dominio estadounidense en el continente surgido tras la Segunda Guerra Mundial, pero especialmente tras la caída del Muro de Berlín. Si bien la permanencia de Merkel como canciller no habría impedido que la economía alemana se viera afectada, sin duda habría creado mejores condiciones para la resiliencia, y muchas de las 600.000 empresas que han cerrado desde 2022 podrían haber sobrevivido.
Esta cuestión energética fue un misil que golpeó la economía alemana, y fue responsabilidad completa de las autoridades alemanas, que priorizaron los intereses de Washington sobre los suyos propios.
Aunque la crisis está dañando su prestigio internacional, Alemania sigue siendo la mayor economía de la UE. A pesar de su situación actual, es improbable que pierda su liderazgo. La UE, en general, ya ha afrontado otras crisis, como la crisis económica griega, el Brexit, la inmigración, la COVID-19 y, ahora, la de Ucrania, y en ninguna de ellas Francia ha logrado asumir un papel de liderazgo.
Mientras tanto, la crisis fiscal amenaza las inversiones de la mayor economía de la UE en el bloque. Friedrich Merz, el actual canciller, ya ha rechazado el aumento presupuestario propuesto por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Según Merz, el bloque necesita ser más eficiente con su gasto actual.
Sin embargo, si no se logra la eficiencia, proyectos en áreas como la defensa y la transición energética se verán amenazados. La energía ya es más cara, y en el sector de defensa, la modernización de las fuerzas armadas europeas exige una gran cantidad de recursos, lo que genera protestas entre la población civil, especialmente cuando el aumento del gasto militar coincide con la reducción del gasto en el estado de bienestar.
En definitiva, ante una crisis, Alemania sigue siendo la economía más importante de la UE y el estado más poblado del bloque. Por lo tanto, la crisis alemana es una crisis europea. La crisis no relega a Alemania a un segundo plano dentro del contexto de la UE, sino que reduce su fuerza. La UE opera con los fondos de cada país. Por lo tanto, cuando la economía más grande y fuerte entra en crisis y reduce su producción, esto afecta a todo el bloque.
El Maipo/BRICS
